Reportes periodísticos de varios medios de prensa del país “más poderoso” del mundo, recientemente conmovieron a la opinión pública mundial cuando se dio a conocer que la policía de Nueva Jersey halló 17 cadáveres aglomerados en una improvisada morgue dentro de un hogar de ancianos, víctimas de la pandemia del nuevo coronavirus, “una macabra señal de cómo la COVID-19 está afectando a estas residencias con población altamente vulnerable”.
“Tengo el corazón destrozado”, dijo el gobernador de Nueva Jersey, Phil Murphy, en su cuenta de Twitter. “Estoy en shock de que hayan autorizado apilar los cuerpos en una morgue improvisada”, y pidió a la justicia investigar el asunto.
En varias naciones europeas, por su parte, debido a la falta de test generalizados, es imposible computar el número de muertes ocasionadas por la pandemia entre la población de la tercera edad, cifra que equivale a varios miles de pérdidas de vidas humanas entre los individuos mayores de 65 años.
Solamente en España, las defunciones de ancianos en unas 5 mil 500 residencias públicas, concertadas o privadas, representa alrededor del 70 % del total de bajas por este flagelo; mientras que las autoridades sanitarias del Reino Unido declararon que hubo infecciones de la COVID-19 en más de 2 mil residencias de ancianos en las que viven más de 410 mil personas. Aunque en esa nación no se han ofrecido datos precisos sobre la cantidad de longevos perecidos, las autoridades aseguran que “el brote de coronavirus se está saliendo de control”, en tanto las cantidades de ancianos que perecieron debido a este virus se excluyen de las estadísticas o se “retocan”, como si ese segmento etario “no importara”.
La Comisión de Calidad de la Atención —reguladora de los hogares residencias de ancianos en Inglaterra— ha afirmado que comenzará a registrar las muertes de adultos mayores.
Tanto en Estados Unidos, donde el sistema sanitario es un privilegio, como en otros países del Viejo Continente, y en varias naciones de Latinoamérica —Brasil, Ecuador y Chile son los más afectados— los lugares destinados a las residencias de ancianos están desbordados y no cuentan con los medios imprescindibles para enfrentar la pandemia, debido a lo cual la mortalidad se ha disparado, sin que la mayoría de los casos aparezcan en los informes oficiales. Decenas de miles de abuelos no están siendo debidamente atendidos y quedan expuestos a las fatales consecuencias del coronavirus.
En infinidad de naciones, muchas de ellas distinguidas dentro del “primer mundo”, cientos de ancianos, que han fallecido por la enfermedad, estaban conviviendo con otros, tanto albergados en los hogares destinados a su protección como en los domicilios, sin que a sus convivientes se les hayan realizado las pesquisas correspondientes para detectar contagios, incluso se han reportado ciudades sudamericanas en las que los cadáveres —la mayoría de personas mayores de 65 años— son puestos en las calles, ante la imposibilidad económica de darles sepultura, como sucede en la ciudad de Guayaquil donde en las vías y en las casas se recogen diariamente más de 100 cadáveres, gran parte de ellos longevos.
Vale señalar que esta situación se agrava debido a que al arribar a la tercera edad, muchas personas en todo el mundo padecen de diferentes enfermedades, entre ellas, las pulmonares crónicas, cardiacas, hipertensión o diabetes, mientras que otras poseen un sistema inmunitario debilitado producto de tratamientos contra el cáncer, el hábito de fumar, el trasplante de órganos o de médula espinal, el control inadecuado del VIH o Sida, y el uso prolongado de corticosteroides y otros medicamentos que los abaten y los hacen vulnerables a contagiarse con la COVID-19.
En Cuba: una realidad diferente
En Cuba, felizmente, la realidad es otra. Aunque aún perfectible en muchos aspectos y con carencias de medicamentos y equipos necesarios para enfrentar la COVID-19 debido al criminal bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de los Estados Unidos durante casi seis décadas, nuestro sistema de salud pública exhibe extraordinarios avances en la atención de los pacientes con la COVID-19, entre ellos los ancianos, dentro de los grupos más vulnerables.
Nuestras privaciones de recursos, agudizadas bajo la política garrotera y demente del presidente Donald Trump —quien asimismo estimula el descrédito de la ciencia y la medicina nacional—, han sido enfrentadas con la eficiente, abnegada y tenaz colaboración de los especialistas y trabajadores de los centros de biotecnología y farmacología, así como de los innovadores del sector y de otras esferas de la economía, además de la acción desinteresada del extraordinario ejército de batas blancas, hoy presente, a través de las brigadas Henry Reeve, en 67 naciones de todos los continentes.
El Ministerio de Salud Pública y el Gobierno cubano, encabezado por su Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, no escatiman esfuerzos en esta batalla contra el nuevo coronavirus, en tanto los ancianos, debido a su vulnerabilidad, reciben tratamiento diferenciado.
En tal sentido, el mandatario cubano ha reiterado la necesaria revisión detallada de los hogares de ancianos. En estos momentos los abuelos reciben —la mayoría de ellos en sus propios hogares de manos del médico de la familia, y de forma gratuita— un frasco con las gotas homeopáticas PrevengHo Vir, para la prevención de la influenza, las enfermedades gripales, el dengue e infecciones virales emergentes, creado especialmente para el uso en condiciones de riesgo epidemiológico, como la que atravesamos en la actualidad.
El Gobierno cubano y el Ministerio de Salud Pública ponen sus miradas preocupadas particularmente en los adultos mayores, pues, aunque el 35 % de los casos de la COVID-19 revelados en todo el archipiélago nacional comprende entre los 40 y los 59 años de edad, los pacientes en estado grave, críticos y fallecidos demuestran que los más sensibles a este virus son los ancianos. La mayor cantidad de las muertes han sido personas con más de 70 años de edad.
La atención directa a los abuelos durante este período de reclutamiento domiciliario se hace cada vez más sólida y exigente en Cuba, con servicios alimentarios y farmacéuticos en muchas comunidades; así como la vigila diaria de los médicos de la familia, en ocasiones con visitas hasta dos veces por día, en tanto se exhorta a mantener la higiene personal y doméstica.
Asimismo, se extreman las medidas con las personas de la tercera edad internadas en establecimientos sanitarios, con garantía para el aislamiento y cuidados imprescindibles, sobre todo en las 293 Casas de Abuelos y los 155 Hogares de Ancianos que existen en el país, en los que cada mañana se pesquisa a los trabajadores y se suspenden de sus labores a los que presenten sintomatología de gripe.
En esos centros, y como parte de la estrategia de prevención contra la pandemia, se programan acciones de capacitación al personal, charlas didácticas con los ancianos, dialogo permanente con las familias, limitación de visitas y acceso de personal, para de tal modo potenciar la prevención.
Otro aspecto en el que nuestro país ha sido extremadamente cuidadoso, a diferencia de otras naciones desarrolladas, es la de ofrecerle al pueblo información oportuna y diaria, a través de los medios de comunicación, sobre la evolución y las medidas adoptadas por el Estado para enfrentar la pandemia; y otros aspectos relacionados con este tema, incluidas las indisciplinas sociales y los focos de trasmisión local detectados.
Entre estos últimos se ha dado suficiente documentación sobre los lamentables acontecimientos ocurridos en el Hogar de Ancianos no. 3 de la ciudad de Santa Clara, donde se han confirmado positivos a la enfermedad cerca de 60 pacientes, entre abuelos y trabajadores.
Esta situación, que ha motivado la preocupación de la máxima dirección del país, la cual exigió un minucioso estudio al respecto, ocasionó que se incrementaran las disposiciones de seguridad en esa y en todas las instituciones similares, así como en hospitales psiquiátricos y centros sicopedagógicos.
Como se sabe, la nuestra es una “nación envejecida”. De acuerdo con el último Censo de Población y Vivienda, realizado en el año 2012, alrededor del 20 % de los cubanos tiene más de 60 años y se pronostica que en el 2025 este segmento represente un cuarto de la ciudadanía total.
Gracias al desarrollo del sistema nacional de salud y su programa de atención a los adultos mayores, ambos propulsados por el eterno líder de la Revolución Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, la esperanza de vida de los cubanos hoy se prolonga hasta los 78 años, pero lógicamente es imposible vaticinar la ocurrencia de una pandemia como la COVID-19 que ataca con más fuerza a las personas con padecimientos propios de una avanzada edad.
El Ministerio de Salud Pública ha reiterado que en Cuba las principales causas de morbilidad, mortalidad y discapacidad responden a las enfermedades no transmisibles, que equivalen al 80 % de las defunciones, y de estas los padecimientos cardiovasculares representan el 39 por ciento. Entre los fallecidos por la COVID-19 en nuestro país la mayoría presentó otros padecimientos de base, en tanto eran ancianos.
Evidentemente, los avances de la medicina y la ciencia cubanas molestan particularmente al actual inquilino de la Casa Blanca, quien no se cansa de sancionar y atacar a nuestro sector sanitario, en su afán por asfixiar la economía nacional. Una de esas cínicas acciones se produjo hace menos de un mes cuando, en un brutal ejercicio del poder, la Administración estadounidense impidió a la empresa china Alibaba hacer llegar a nuestro país un donativo para combatir la COVID-19, propulsada por la necesaria solidaridad que debe prevalecer entre las naciones ante la propagación de la pandemia y que esa entidad acometió bajo el lema Un solo mundo, una sola lucha.
La firma estadounidense contratada para transportar hacia la Mayor de las Antillas un cargamento de nasobucos y kits de diagnóstico del letal coronavirus, renunció a cumplir el encargo porque las leyes del bloqueo se lo impedían.
No obstante, los trabajadores cubanos de la salud ejercen su labor en el salvamento de vidas muy bien protegidos, gracias a la cooperación del pueblo en la confección de nasobucos, y al trabajo de los especialistas y técnicos encargados de la recuperación de infinidad de equipos imprescindibles para enfrentar el virus, y para aliviar las penosas afecciones de los ancianos que son víctimas de este flagelo.
Ante la indolencia y brutalidad del gobierno de Trump, la respuesta de nuestro pueblo ha sido reiterada en varias ocasiones por el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien ha enfatizado que la Revolución cubana no se arrodillará pese a las presiones y conspiraciones de Estados Unidos en su contra.