Bajo el peligroso cerco de la mortal pandemia del SARS-CoV-2, la COVID-19, que se expande por 189 países, mil 400 millones de musulmanes en todo el mundo cumplirán desde el alba hasta la puesta del sol, los preceptos del sagrado mes de ayuno del Ramadán, correspondiente al noveno mes del calendario lunar islámico (Hégira), año 622 de la era cristiana.
En la práctica de esos deberes confesionales los creyentes deberán observar los cinco principios que constituyen los pilares del Islam, como lo establece el Corán: el libro sagrado de la religión islámica
1.- El testimonio de la fe: Ala es el único Dios y Muhammad su Profeta
2.- El Salat: la oración cinco veces al día
3.- El Suyam: ayuno desde el amanecer hasta el anochecer
4.- El Zakat: La práctica de la caridad con el prójimo
5.- El Hajja. La peregrinación, si es posible, una vez en la vida a la Meca, capital religiosa del Islam. Lugar de nacimiento del Profeta, al sur de Medina, provincia de Heydar en Arabia Saudita
El Ramadán constituye un mes muy especial para los musulmanes por considerarlo un tiempo de reflexión, plegarias, paz interior, abstinencia de relaciones sexuales con sus cónyuges y de solidaridad humana. Al que están obligados los adolescentes y adultos con capacidad física, y exentos los niños y los enfermos.
Miles de estos fieles acuden a las mezquitas para realizar sus oraciones y recitar versículos del Corán.
Al término del también llamado mes del Corán, se realiza el Eid al Fitr: días de fiestas, paseos, encuentros entre familiares y amistades, de obsequios de golosinas a los niños y de extendidas alegrías. No obstante el obligado aislamiento social, este año no solo la práctica de las doctrinas islámicas, sino toda la humanidad se ven amenazadas por el letal peligro de contagio de la epidemia y, además por las guerras de agresión terrorista, conflictos armados, bloqueos económicos, sanciones unilaterales y ocupación de tropas extranjeras que permanecen tanto en países árabes como islámicos.
Afganistán, Siria, Irak, Libia, Irán y otros diversos estados en África o Asia son víctimas de la intervención de Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europea en sus asuntos internos, a la vez que estas potencias imperialistas se niegan a levantar las inhumanas sanciones impuestas a Cuba, Venezuela, Nicaragua, o Irán a pesar del reclamo de la comunidad internacional, para paliar las carencias de su población.
Factor que agrava más aún las precarias condiciones sanitarias, de atención médica, falta medicamentos y medidas de protección en muchas de esas naciones, unido a las sombrías perspectiva de una recesión económica mundial.
Fiel a su ejemplar vocación humanitaria y solidaridad internacionalista la Revolución Cubana, envía a Italia, España, Qatar, Togo, a Nicaragua y a otros países de América Latina y el Caribe, su contingente de médicos y personal de salud, para contener el flagelo epidémico.
Ante el desolador panorama de infectados y fallecidos, Donald Trump, el inepto presidente de Estados Unidos, país centro hoy de los estragos del contagio y muertes por la enfermedad, se dedica a distorsionar la realidad mediante falsas alegaciones y acusaciones a China y a la Organización Mundial de la Salud por su pretendida responsabilidad en el avance de la COVID-19, para tratar de mejorar su deteriorada imagen pública y fortalecer su campaña electoral para un segundo mandato.
Sino fuera trágico, resulta risible que el multimillonario magnate norteamericano, que nunca ha tenido sus pies sobre la tierra, quiera ahora ponerlos en la luna para colonizarla al igual que otros planetas del espacio sideral.
¿Qué le puede interesar más al inquilino de la Casa Blanca, que su desmedido afán capitalista de abrir nuevamente las operaciones comerciales en el país, aunque el costo sea de millones de contagiados o cientos de miles de muertes del contribuyente norteamericano o de los desvalidos inmigrantes indocumentados expulsados de Estados Unidos o hacinados en sus campos de concentración?
Pero negocios son negocios, la máxima del oprobioso sistema económico capitalista.
Ramadán en Cuba
Antes de la llegada de la invasión epidémica, los miembros del cuerpo diplomático acreditado en Cuba, los de la Liga Islámica en nuestro país y demás creyentes musulmanes realizaban sus oraciones y demás actividades religiosas en la Sala de Rezos del Museo de la Casa Árabe, en la sede de la Unión Árabe de Cuba y en el Consejo de la Liga Islámica, con todas las libertades que le están conferidas a las instituciones confesionales en la Constitución.
Ahora y en resguardo al contagio lo harán desde sus propios hogares consiente de la necesidad de aislamiento social y de quedarse todos en casa hasta tanto volvamos a la normalidad.