En tiempos de coronavirus no son pocos los correos, mensajes y polémicas que sigue generando el béisbol. Semanas atrás recibimos una solicitud que se convierte en análisis y quizás poco consenso, como casi todo cuando se trata de comparaciones o elecciones de nombres. No obstante, el objetivo no es que comparta al pie de la letra cada una de las palabras, sino que al menos lo mueva otra vez lo interminable que es hablar de pelota.
Este fue el mensaje que recibimos.
«Saludos. Nosotros tenemos en nuestra peña deportiva (aquí en Villa Clara) un debate que pensamos que no se puede contestar tan fácilmente. Las preguntas son: ¿Quién es el mejor pelotero cubano de todos los tiempos? y ¿Los peloteros de esta generación son peores que los de hace 20 años?
La opinión generalizada en la primera es que fue Omar Linares. Algunos no pensamos eso, pues antes de la Revolución hubo destacados peloteros como Adolfo Luque y José de la Caridad Méndez que un poco por ignorancia y también porque pocos los vieron jugar son tan buenos como Linares y tal vez mejores, ya que no contaron con los recursos y las técnicas con que contó El Niño y aun así fueron estrellas a nivel mundial, principalmente en las Grandes Ligas, que para nadie es un secreto, sea por las causas que sea, es el mejor béisbol del mundo. Y cosa rara, el primero, Luque, con bastante edad jugó en esa liga; y al segundo nunca se le permitió, y aun así está en el Hall de la Fama.
Diga lo que se diga en mi opinión la época en que jugó Linares fue la liga del “cake” en la historia del béisbol cubano. Si no lo cree vea el daño que hizo el aluminio en la estadísticas de nuestro béisbol, en el cual llegamos a pensar que jugadores flacos eran grandes jonroneros solamente por que el aluminio los ayudaba. Esto también nos ha llevado a pensar que nuestros peloteros hoy en día son peores que los de antaño, ¿Frederich Cepeda es acaso peor que Casanova? No, solamente que ha estado jugando en un mejor béisbol, con más equilibrio. ¿Cuántos jonrones hubiera dado Eriel Sánchez con aluminio y con la pelota de similar rebote a la que se jugaba hace 10 años?
Los equipos Cuba es verdad que apabullaban a sus rivales, pero era una competencia de león a mono contra equipos que no tenían la calidad de muchos equipos de nuestra serie nacional. ¿Por qué no sucede lo mismo ahora?, ¿sus rivales son peores o mejores?
Espero que me haga llegar su opinión en cuanto a este tema.
(Peña Deportiva de Villa Clara)
Lo prometido ya no es deuda. Acá le van mis criterios sobre las dos preguntas que han debatido tanto. Intentaré no abusar de los números que tanto dicen y esconden muchas veces. Iremos a lo cualitativo que dejó en el imaginario popular de cada quien, en especial, de este periodista.
¿Quién es el mejor pelotero cubano de todos los tiempos?
Por suerte, y nunca por desgracia, las comparaciones generan discrepancias. Es muy difícil aislar a un pelotero en épocas o años para compararlo con otro. Sacarlo o meterlo en una urna de cristal con posibilidades de hacer un experimento, en el que la mayoría de las veces se prefiere poner en cero los factores externos (contexto social y económico -entiéndase con esto nivel de calidad de juego en el tema que nos ocupa-) no conlleva, como regla, a análisis justos ni conclusivos. De ahí que prefiera hablar de mejores peloteros por épocas o generaciones, más que en su totalidad o de todos los tiempos.
Es cierto que desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX en Cuba hubo jugadores muy destacados (el primero que se registra en el béisbol estadounidense es Estebán Bellán en 1871), capaces de desempeñarse en cualquier liga del mundo, y por supuesto, como ahora, los Estados Unidos contaban con el mejor ruedo de béisbol del mundo. ¿Por qué sucedió tal desarrollo y sucede aún, que en esa nación norteña, padre y madre de este deporte, se concentran los mejores peloteros del mundo? Eso da para otro extenso comentario. Por tanto regresemos a lo que nos ocupa.
Así no sólo Adolfo Luque y José de la Caridad Méndez tuvieron condiciones de ingresar en esa pelota profesional, sino también Miguel Ángel González, Emilio Palmero, Gilberto Torres, Orestes Miñoso, Conrado Marrero, Camilo Pascual, Juan Delís, Wenceslao González, Tony González, Luis Tiant, entre otros muchos más que llegaron en 1950 hasta la cifra de 51 cubanos en Grandes Ligas, la cifra más alta dentro de los latinoamericanos en ese momento.
No por gusto confirieron a nuestra Isla el calificativo de la mayor reserva de peloteros del mundo y nuestros campeonatos adquirieron un nivel bien alto en la región con aquellos equipos que hoy son historias para los que peinan canas o revisan papeles viejos (como los periodistas): Alacranes del Almendares, Tigres de Marianao, Elefantes de Cienfuegos y Leones de La Habana. Basta decir que en las 12 primeras Series del Caribe ellos cuatro se repartieron siete títulos.
Sin embargo de lo que se trata es de justicia y de mucha objetividad. Aquellos torneos profesionales eran buenos, con madera y bola nada viva, pero las figuras más estelares la mayoría de las veces llegaban en el pitcheo y la defensa, sin descartar algunos bateadores. Por entonces, un promedio de 280 era excelente. Y sobre 300, algo fuera de lo común, todo un superdotado. Esos casos, por supuesto, fueron las excepciones.
Martín Dihígo es quizás el pelotero más sobresaliente, y no por su gran poder ofensivo -que tenía y bateó aproximadamente de por vida 280-290-, sino por su versatilidad en el juego, el cual pudo verse no solo en Cuba, sino en Estados Unidos, México, Dominicana y Venezuela. Jugó las nueve posiciones y en todas se desempeñó bien, aunque todo lo que se conoce de él es por lecturas, anécdotas, pues quedan muy pocas personas vivas que lo hayan visto jugar.
Claro, la historia está escrita por lo vencedores y quizás en la memoria popular quedan jugadores sueltos que fueron brillantes por temporadas y que muchos lo ignoran o apenas se mencionan. De ahí comentarios como este «ese sí era bueno, mejor que fulano o mengano».
Con esto no quito méritos a otros, como por ejemplo al Guajiro de Laberinto, Conrado Marrero, quien llegó a tener un contrato en las Grandes Ligas de los más sustanciosos de entonces, y nadie paga tanto por basura. Cuando se paga tanto es porque lo vale. No creo tampoco que aquella Liga fuera la más dura, la mejor y que la de Omar Linares sea la «cake» como dicen. Insisto, se deben ver las cosas integradas, no aisladas o como átomos sueltos.
El béisbol de los primeros años de la Revolución hasta la aparición del bate de aluminio se inclinó hacia una concepción técnico-táctica distinta a la que vimos después. No olvidar tampoco que los métodos de entrenamiento y preparación de jugadores, las condiciones histórico-sociales, la alimentación y hasta la forma de vida en general tienen su expresión concreta también en el deporte, y más en la pelota.
No es lo mismo Pedro Chávez, Jorge Trigoura, Armando Capiró, Miguel Cuevas o Urbano González en los años 60 del siglo pasado que ellos jugando en el 2000. Más explícito, esas estrellas de las primeras Series Nacionales hicieron lo que en su momento se podía hacer y hay que valorarlos por eso. Su grandeza estribó en ser grande dentro de su época y trascender como eso, sin extrapolaciones baldías o falsas apreciaciones de lo que pudo haber pasado si ….
De 1959 para acá muchos nombres clasifican para ser considerados en esa categoría de mejor pelotero cubano. Hago aquí un paréntesis para advertir por qué casi siempre pensamos como mejor pelotero a un bateador. ¿Es que acaso un pitcher no puede ser considerado? Entiendo que ustedes basan su polémica en mejor pelotero = mejor bateador, pero nunca deben perder de vista este criterio, pues en casi todas las discusiones que he podido presenciar se excluyen de esa supuesta lista a hombres tan importantes como Manuel Alarcón, Juan Pérez Pérez, José Antonio Huelga, Santiago Changa Mederos, Braudilio Vinent o más reciente en nuestra memoria, Jorge Luis Valdés y Pedro Luis Lazo.
Pero no voy a desviarme. Nombres de toleteros sobran. Aunque por integralidad —tal y como expliqué con Dihigo— los más fieles exponentes que escogería, en un primer pelotón serían Antonio Muñoz, Orestes Kindelán, Luis Giraldo Casanova, Antonio Pacheco, Víctor Mesa y Omar Linares. Cada uno tiene una pirámide de seguidores y de expedientes a su favor, pero aporto más ideas. ¿Cuántos de ellos eran capaces de llenar estadios para verlos jugar?, ¿Ese aspecto no es sinónimo de ser genio y estrella del béisbol? ¿Cuántos podían reunir fildeo, bateo, tacto, fuerza, rapidez, inteligencia y maldad en una misma persona sin que faltara nada?
Me inclino entonces para un primer corte por cuatro nombres: Casanova, Pacheco, Mesa y Linares, pues Kindelán y Muñoz tenían el don del jonrón en sus muñecas, pero les faltaron algunas respuestas más certeras para las primeras preguntas. Luego la elección es bien difícil porque en ese cuarteto de lujo los índices medibles —léase estadísticas— tienen escasas o pequeñas diferencias y matices. No obstante, los números y la trayectoria de Linares y Casanova impresionan. A unos le quedó de por vida el sobrenombre El Niño y al otro El Señor Pelotero, calificativos elocuentes de lo que valían realmente sobre un terreno.
Un último corte dejaría a Linares libre o en punta por jugar a la pelota como una prolongación de sí mismo. Jamás se le vio desesperado, ansioso, en un slump inconcebible; jamás alzaba la voz más de lo que debía y jamás falló a la hora buena contra los más malos y mucho menos, contra los mejores. Linares jugó porque su cuerpo y su mente necesitaban al béisbol como la sangre el oxígeno. Su espectacularidad radicaba en ser espectáculo desde la tranquilidad talentosa. El béisbol para él no era un deporte, era su diversión más talentosa, era lo que jamás le perdonaría su cuerpo no hacer.
Por tanto, sigo defendiendo que no es posible hablar de un único pelotero de todos los tiempos, sino que lo justo e imprescindible es dividir la historia hasta niveles mínimos para ser más profundos y justos. Sé que hay más aristas que hubiera podido acudir a ellas para emitir el criterio que me piden, pero por el momento queda aún pendiente la segunda pregunta para un próximo trabajo.
(Continuará…)