El 15 de abril de 1895, en reconocimiento a José Martí como artífice de aquella guerra, el Mayor General Máximo Gómez le comunicó un grato acontecimiento. Sobre la sorpresa recibida en aquel momento, dejó constancia en su diario de campaña:
(…) Al caer la tarde, en fila la gente, sale a la cañada el general, con Paquito —general de brigada Francisco Borrero Lavadí—, Guerra —general de brigada Ángel Guerra Parra— y Ruenes —comandante Félix Ruenes Aguirre—. ¿Nos permite a los tres solos? Me resigno mohíno. ¿Será algún peligro? Sube Ángel Guerra llamándome, y al Capitán Cardoso. Gómez, al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su jefe, electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General. Lo abrazo. Me abrazan todos. (…)”
Tal nombramiento representaba un acto de justicia hacia el hombre que lo había sacrificado todo, familia, profesión y un prometedor futuro en el mundo literario, para dedicarse por completo a la hermosa misión de organizar la guerra que pondría fin al dominio colonial español en Cuba.