Ha sido un mes intenso, el más singular de los últimos años. Ciudades silenciosas, rostros detrás de un nasobuco, aplausos a las nueve de la noche, parques sin niños, playas desiertas, indeseadas y largas colas frente a los comercios… La epidemia de la COVID-19 ha trastocado las rutinas de Cuba y del mundo entero.
Hay un desafío: resistir. Hay un camino: la solidaridad. Hay una certeza: venceremos.
Las medidas son rigurosas y necesarias. Al país se le ha pedido un sacrificio, pero se parte del convencimiento de que este es un pueblo con enormes reservas.
Las noticias se han sucedido en estos días: los primeros casos; las acciones del sistema nacional de salud; el cierre de escuelas, teatros, aeropuertos; las pruebas, los sospechosos, los confirmados; el trabajo de aseguramiento de varios sectores; las brigadas médicas que viajan al extranjero; el gesto solidario con el crucero británico; los mensajes de artistas, deportistas; las campañas de concientización…
Los que pueden, deben quedarse en casa. Los que no pueden, están dando muestras de entrega y compromiso.
Un país es como una gran familia: como familia armoniosa tiene que responder en los momentos difíciles.
Los héroes de ahora mismo son los médicos, los enfermeros, los científicos y el personal de apoyo que están en la primera línea… y también los que producen alimentos y los distribuyen, los que garantizan las comunicaciones y los servicios básicos, las fuerzas del orden público, los que informan, los que organizan…
Son los pilares de la nación.
La unidad es vital en los tiempos del nuevo coronavirus. Y Cuba se encuentra dando un ejemplo de coherencia y complementación social. Hay que crecerse cada día. Hay que afianzarse en la esperanza… y en el trabajo para hacerla cierta.
…hay que pensar como planeta..
Es el ejemplo del gobierno y pueblo cubano.