Por: Betty Beatón Ruiz y Eudis Cabrera Luis
El Dr. Meinardo Reyes es de los santiagueros que enfrenta la pandemia de la Covid-19, en uno de los epicentros de la mortal enfermedad: Italia.
Desde el serrano municipio de Segundo Frente partió rumbo a Lombardía, como antes lo había hecho a África, cuando el azote del Ébola.
Desde tierra italiana, vía Internet, intercambió con el colega Eudis Cabrera Luis, del sistema radial de Santiago de Cuba.
Sus confesiones, salidas desde la conmoción personal y profesional, son el mejor testimonio del humanismo de los trabajadores de la salud de la Mayor de las Antillas:
“Tenía un poco de temor, no lo niego y pensaba que la actitud hacia nosotros sería de orgullo e indiferencia, pero nada de eso fue así, todo lo contrario, las personas nos saludan con muchos aplausos y gritos de «Gracias Cuba”.
“Eso comenzó en el aeropuerto de La Habana pensamos que eso era porque estábamos en Cuba, pero al llegar a Roma fue más grande la cosa, toda la gente se ponían de pie y aplaudía, dentro del aeropuerto caminamos casi unos 700 metros para abordar otro avión que nos traería hasta a la ciudad en la que estamos y en todo ese trayecto las personas se ponían de pie y aplaudían.
“Cuando llegamos a Milán fue igual de bonito. En La Habana nos había dicho que Italia entera estaba pendiente de nuestra llegada y ese día nos dimos cuenta que no era una exageración. Nunca antes se había producido un hecho como este y tanto ellos como nosotros, éramos consciente de ello.
“Las condiciones de alberge son muy buenas, nosotros veníamos a vivir como fuera, no somos exigentes en cuanto a eso, pero ellos nos buscaron y nos dieron las comodidades necesarias.
“En esta zona de Italia cae nieve, llegamos ya casi al final del invierno, pero la temperatura se mantiene en 8 grados, incluso en 3 y hasta en 1 en las noches y madrugadas. Eso lo tuvieron en cuenta y las habitaciones cuentan con calefacción y nos proporcionaron, abrigos suficientes.
“Las atenciones para con nosotros son muy, pero muy buenas. La brigada está conformada por 52 colaboradores, 21 especialistas en Medicina General Integral, 5 clínicos, 5 intensivistas, 2 neumólogos, 2 epidemiólogos, 15 enfermeros, un logístico y el jefe de la brigada.
“Trabajamos en dos frentes, los intensivistas y 3 clínicos, en el hospital, el resto lo hacemos en el hospital de campaña. Son casas de campaña armadas por los chinos de manera que forman grandes estructuras bien complejas pero muy organizadas.
“Laboramos las 24 horas del día en turnos de trabajo y con total respeto a sus protocolos de seguridad. Tenemos los recursos para trabajar y protegernos. Se nos recomienda mucho tratar de no malgastar nada pues como en otros países todo escasea.
“Al igual que en el Ébola estamos pendiente dentro y fuera de la sala de todos nuestros pasos, el traje se pone y no se quita hasta que no se acaba el turno, esto nos expone más al riesgo y por lo tanto estamos siempre muy atentos.
“Una anécdota: La penúltima vez que entré en la sala había un paciente, que e tendría entre 43 o 44 años, cuando llegó la cena no quiso comer. Con gestos, más que con palabras, quisimos estimularlo a que se alimentara y en un italiano casi español nos dijo que su papá estaba muriendo en otro hospital. “Nos quedamos quietos y sin saber qué decir, le puse la mano en el hombro y me fui despacio.
“Cuatro días después me volvió a tocar el turno nocturno y lo vi más animado, quería preguntarle por el papá pero sentía pena, temiendo que me dijera que había muerto, pero al fin me decidí y con gran alegría me dijo que estaba mejor. Yo sentí la misma satisfacción, como si hubiera sido un familiar mío.
“Me despido con un mensaje para mí pueblo: Respeten las orientaciones que emiten los organismos autorizados, está enfermedad no cree en nada, ni en nadie, no pongamos la vida de nuestros seres queridos en riesgo”.