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Rostros cubiertos, corazones al desnudo

Ser o no ser fue también la cuestión que martilló la mente de Mabis Tailén Díaz, médica especialista en medicina general integral y microbiología.

De izquierda a derecha Liena, María Victoria, Linet, Maikel, Mabis y Ulises, parte del equipo que conforman los 15 trabajadores del laboratorio santiaguero.

Tenía ante sí la disyuntiva de acogerse al beneficio otorgado a las madres cubanas con hijos en la Enseñanza Primaria — quedarse en casa con salario garantizado— o permanecer en su puesto de trabajo en el Laboratorio de Biología Molecular y Virología de Santiago de Cuba, lugar donde se procesan las muestras de todo el Oriente del país para confirmar la presencia del virus causante de la Covid-19.

Ser parte del equipo que asume tan arriesgada misión, estar ahí, en el sitio donde se camina sobre el filo de la navaja, fue la decisión final de esta joven santiaguera que a pesar del cansancio, o lo tarde que llega a casa, luego de una desinfección profunda, saca tiempo para contarle un cuento a su niña de 7 años.

Una historia similar a la de los libros infantiles, con héroes que luchan contra el mal y terminan derrotándolo para que todos vivan felices por siempre.

Una historia que, sin percatarse, Mabis protagoniza cada día junto a otros 14 compañeros.

Todo el mundo cuenta

Rigor, profesionalismo, apego a los protocolos establecidos, autoresponsabilidad… son consustanciales al personal del laboratorio de biología molecular y virología de Santiago de Cuba.

Quienes salvan desde el Laboratorio de Biología Molecular y Virología de Santiago de Cuba se arman cada jornada de una coraza hecha de responsabilidad, desprendimiento personal y mucho, muchísimo profesionalismo.

No importa la misión que les corresponda asumir, el desempeño en cada puesto es decisivo para que desde el otro se pueda cumplir lo encomendado con la rapidez y precisión que los tiempos de pandemia exigen.

Olga, Roberto y Sonia, en la recepción de los envíos que se procesarán, la esterilización y la higiene general del laboratorio, son el primer engranaje de la maquinaria que permite llevar hasta los más modernos y sofisticados equipos las muestras de secreciones respiratorias de los pacientes sospechosos.

A partir de ahí entran al ruedo los tecnólogos (en biotecnología, análisis clínico y medicina tranfusional) María Victoria, Liliana, Linet, Liena, Geordalis y Ulises, así como los médicos especialistas (en medicina general integral y microbiología), Mabis y Ana Danaisi.

A ellos les corresponde “extraer” el ácido nucleico de cada muestra para luego aplicar el PCR en tiempo real — reacción en cadena de la polimerasa, Polymerase Chain Reaction, por sus siglas en inglés— prueba que permite confirmar la presencia del virus que causa la covid-19 en el organismo humano.

El resultado final de cada análisis, fruto de los avances en el campo de la biología molecular, es introducido en una base de datos que manejan con destreza los informáticos Maikel y Geike.

El equipo se complementa con alguien que todos reconocen como su líder, más allá de estar emplantillada como jefa del laboratorio de biología molecular y virología del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología de Santiago de Cuba: la Dra. María Victoria Cabrera Núñez, especialista de segundo grado en epidemiología, máster en virología, con 30 años de meritorio ejercicio profesional.

Laboratorio adentro

Liena y Mabis, al igual que sus compañeros, renuevan fuerzas cada día con el apoyo que reciben de la familia.

Casi en el primer tramo de la salida a la autopista santiaguera se ubica el edificio que ocupa el laboratorio encargado de confirmar las muestras positivas al SARS COV-2 de pacientes de las cinco provincias orientales.

Para llegar al escenario donde se escudriñan las esencias del mortífero virus hay que atravesar un largo y desolado pasillo que desemboca en el amplio e iluminado salón donde unos seis cubículos hermetizados albergan a hombres y mujeres empeñados en su labor.

Verles el rostro es imposible. Botas, bata, guantes, nasobuco, gorro, y espejuelos protectores solo dejan transparentarles los ojos.

Con ello basta para medir la dimensión humana y profesional de estos santiagueros que no escatiman días y horas para cumplir con su deber.

“El tiempo de estar aquí es impredecible, comenta Liena Ferrer Godínez, puede extenderse incluso hasta las 11 de la noche con el análisis de más de 150 muestras”.

Esa es la tendencia en los últimos días tras el incremento del número de determinaciones que realizan, por eso la joven tecnóloga de 31 años dice sentirse cerca y lejos de los suyos, “porque salgo de casa cuando mis padres y mis sobrinos aún duermen y regreso cuando ya están dormidos”.

Esa sensación la comparten todos por igual, cada uno con su propia historia a cuestas: Linet García Alexander, por ejemplo, echando de menos, “y hasta de más” a su travieso Alain de tan solo cinco años, su esposo, su madre y en especial a su papá.

“Se llama Orlando García Mourlot, es enfermero y ahora está trabajando en el centro de aislamiento Villa Colibrí”, instalación ubicada en la carretera de Baconao, en la ciudad santiaguera, donde también se le da la batalla por la vida frente al nuevo coronavirus.

A pesar de los vacíos físicos por los que tienen que pasar, a nadie en el laboratorio le ha faltado el apoyo de la familia, la comprensión, el respeto y la admiración que desbordan el propio hogar para diseminarse entre vecinos, amigos y conocidos.

Con tales recompensas espirituales renuevan fuerzas y siguen en su misión salvadora de vidas.

Sin límites

Olga, Roberto y Sonia, horcones que desde la actividad de servicios complementan el buen hacer en el laboratorio.

El laboratorio de virología de Santiago de Cuba atesora 50 años de buen hacer en materia de diagnóstico, identificación y respuesta a la vigilancia epidemiológica relacionadas con las infecciones y enfermedades de causa viral.

“Pero a partir de 2016 dimos un importante salto con la instalación y puesta en marcha de toda la plataforma de diagnóstico para la biología molecular, específicamente realizando determinaciones en tiempo real  para la detección del virus zica”, comenta la Dra. María Victoria.

A juicio de la especialista, coincidente con el de su equipo de trabajo, esa labor les propició dinámicas y experiencias de muy alto valor en estos tiempos de pandemia.

No obstante los años de “oficio” no andan “relajados”, según confirma la jefa del laboratorio.

“El crecimiento proporcional del número de muestras que se procesan implica un aumento de la tensión, la concentración, el esfuerzo constante que debe mantenerse para evitar que exista cualquier tipo de error, humano o no.

“Entre más muestras se manipulen es necesaria más atención, prestar más cuidado, ser más insistente para que nadie se descuide, nadie se confíe, se usen correctamente los medios de protección y se cumplan los protocolos establecidos.

“Somos  conscientes de la situación que atraviesa el mundo y nuestro país, y la responsabilidad que nos asiste de dar respuesta al sistema de salud con resultados que lleven implícito inmediatez y confiabilidad.

“Y después de horas de intenso trabajo, de tensiones y miedos dentro del laboratorio salimos fuera de él a vivir la vida como cualquier otro cubano, con las mismas esperanzas de que muy pronto, entre todos, le pongamos fin a esta pandemia”.

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