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Propuesta para perpetuar el aplauso

El aplauso nocturno, cubanísimo, ideado en medio de circunstancias excepcionales cuando no hay otro recurso para el agradecimiento infinito a la heroicidad de los médicos cubanos, no tengo duda, puede convertirse en tradición.

Más allá de discusiones filosóficas o filológicas, esta acción que los cubanos han considerado imprescindible realizar en los días actuales, multiplicada con emoción probada y sentida, valdría la pena confirmarla en el futuro en una fecha específica, con la intención de gestar una tradición.

Para convertir un hecho en tradición hay que tener en cuenta los motivos que lo incitaron, los que suelen ser socio-culturales y por tanto lo extienden más allá de grupos reducidos. De esta forma, una tradición comienza en una localidad pequeña y llega a practicarse incluso en todo un país o varios, y a lo largo del tiempo.

El aplauso cubano, que tuvo antecedente similar en países europeos, cumple estos preceptos: surgió casi espontáneamente, con una convocatoria aceptada unánimemente en medio de una circunstancia sociológica excepcional: la necesidad colectiva del agradecimiento al humanismo de nuestros galenos.

Además, según los estudiosos, un hecho temporal puede condicionar el nacimiento de una tradición. En este caso es un acontecimiento triste, conmovedor y único: la pandemia de la Covid-19, pero en Cuba ha sacado lo mejor del ser humano y en este caso lo expresa en un acto de reconocimiento infinito en el que se implica solo la intimidad del sentimiento.

La tradición, aunque es esencialmente conservación y herencia, no por ello niega el progreso. Es el resultado de un proceso evolutivo en el que la idea de tradición remite al pasado, pero también a un presente vivo. La capacidad de conservar este aplauso se explica desde los valores y principios de un paradigma: El heroísmo de los galenos cubanos en las actuales circunstancias, que tiene antecedentes  en otros muchos episodios humanitarios protagonizados por ellos en el mundo.

Antes de establecerse como tal, una tradición debe gestar acciones que la perpetúen. Al aplauso le antecede un movimiento de expresiones culturales populares de enaltecimiento al personal de la salud desde la danza, la música, la pintura, la literatura, en cantos, décimas, es recurrente el tema en las redes sociales, la televisión, llegará al cine; de manera que se ha convertido en necesidad y reafirmación, en acto creativo, artístico y popular, elementos que a la larga perpetúan la acción.

En este aplauso colectivo, está Cuba toda, su épica, resistencia, honra e identidad. Transmitámoslo socialmente y derivará en un proceso de selección, porque este es ya un hecho cultural, que pudiera estar a la larga  entre nuestros patrimonios intangibles. Aplaudir en esta hora crucial a los médicos salvadores ha sido una construcción social elaborada y sustentada, desde el presente sobre el pasado, gestado en la ética de la medicina cubana revolucionaria.

No digo que cuando pase la pandemia todos los días tengamos que aplaudir, pero un acto tan generoso no puede quedar indiferente después de este mal rato que viven Cuba y el mundo. Ese aplauso colectivo, que también traspasa fronteras, lo hemos hecho historia, hagámoslo presencia eterna.

La propuesta podrías ser aplaudir todos juntos los 3 de diciembre, Día de la Medicina Latinoamericana. Ovacionemos al personal de la salud cubana, desde Carlos J. Finlay hasta los inmensos estudiantes de Medicina que han sido fieles vigilantes en esta hora; a todos ellos, a los próximos que se incorporen a este ejército de batas blancas, honrémoslos, porque son Gigantes Heroicos, orgullo nuestro.

¡Aplaudámoslos siempre!

 

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