A Pablo Zambrana Miranda no hay quien le haga cuentos sobre mecánica. Más de 60 años en el oficio le han permitido dominar los secretos de la labor a la cual ha dedicado la mayor parte de sus ocho décadas de vida.
De estatura media y andar lento, llega a su taller sobre las seis y cuarto de la mañana. Es su costumbre, es casi imposible que el sol lo despierte. Lo aprendió desde adolescente, cuando comenzó a aprender el oficio con un tío, que lo llevó por esos caminos hasta convertirlo en mecánico ajustador, capaz de dominar el torno, el taladro y demás equipos de un taller.
En Famrit (Fábrica de accesorios, medios y repuesto para la industria del tabaco), ubicada en La Habana, los trabajadores no conciben el taller sin su presencia. A él se acercan para saber sus opiniones, sugerencias a fin de resolver las más difíciles propuestas. Recuerda que fue el comandante Ernesto Guevara quien ideó esta instalación.
“Comenzaban a irse del país los dueños de las grandes fábricas de cigarros y tabacos del país; las piezas de repuestos provenían de Estados Unidos, y empezaron a escasear.
“Aquí comenzamos a darle solución a los inconvenientes que se iban presentando. El Che llegó a decir que nunca imaginó la cantidad de piezas que llevaba una máquina de hacer cigarros.
Pero no solo resolvíamos las complejidades del sector tabacalero; venía gente de todas partes, el Che las enviaba para que buscáramos la solución. Tenía confianza en la profesionalidad de los que estábamos aquí.
El primer caso que nos envió fue de la fábrica de jugos de frutas, de Matanzas, y en 24 horas quedó resuelto. En esta fábrica se llegaron a implementar hasta tres turnos, no dábamos abasto”, dijo.
“Hubo dos compañeros imprescindibles en esos momentos: José Justo Domínguez y Pastor de la Morena, quienes fueron los iniciadores de la creación de las piezas de repuesto para las fábricas de cigarros.
“Recuerda que luego del período especial se deterioró la entidad, faltó la materia prima, las condiciones de trabajo también empeoraron; no obstante, a la empresa se le aseguró la electricidad para que no faltara el cigarro a la población.
Hoy la Famrit está en proceso de reparación capital, merecida, pues la antigua instalación la clamaba a gritos. Todavía el taller muestra las huellas del tiempo que se revertirán poco a poco.
Bajo difíciles condiciones de trabajo, ellos han mantenido su creatividad. El movimiento de innovadores y racionalizadores es uno de los más destacados, y entre ellos está Pablo. Para demostrar lo que pueden hacer, me muestra una tambora, la cual es la encargada de conformar la caja de cigarros.
“Antes costaba alrededor de 500 dólares, ahora, en el mercado internacional debe sobrepasar los mil o más. Nosotros aquí las hacemos.”,
Por su labor como innovador, Pablo Zambrana recibió la condición de Talento de Oro y su obra fue reconocida en el 2013 con el Premio del Innovador con resultados de mayor impacto económico y social en su duodécima edición a nivel provincial, en octubre de 2013.
A este hombre de 80 años, le preocupa el futuro de la profesión: “A los muchachos les es difícil concentrarse; quieren estar arriba del celular…y en estas máquinas nadie se puede entretener, son peligrosas”. No obstante, persevera y cuando han llegado jóvenes, les entrega sus saberes.
Al preguntarle los secretos para mantenerse con esa lucidez y deseos de hacer, manifiesta que no los tiene: Fumó tabaco durante 50 años, hasta que un médico lo asustó porque tuvo problemas con la circulación. “Hice tres tabaquitos de madera de cedro. Y cuando tenía deseos de fumar, me llevaba uno a la boca, poco a poco, fui dejando el vicio.
“De pequeño, comí mucha harina con leche de vaca y tasajo y por demás, me gustaba cantar, aunque ya no lo hago”. Cuando indago por el retiro, me mira con sus ojos grandes, ladea la cabeza y sonríe. “Todavía no he pensado en eso”, me dice y encamina sus pasos lentos hacia el taller que es parte de su corazón.