Son muchos los sentimientos encontrados en este tiempo de Covid-19. Los exteriorizan periodistas, políticos, maestros, médicos, ancianos, niños, deportistas… Las emociones hablan, sale lo mejor del ser humano.
El reconocimiento a la labor altruista, heroica y gigantesca de los médicos cubanos se expresa en poemas, décimas, canciones, simples escritos, post en Facebook y otras plataformas. Lo más sencillo, humilde y personal es el aplauso nocturno que ya se gesta como tradición.
Entre los muchos que expresan sus sentimientos está el exentrenador del equipo Cuba de Polo Acuático femenino, Francisco Trueba Veitía, actualmente profesor de la Eide Héctor Ruiz, de Villa Clara. Este hombre ha sido un eterno batallador, alguien que ha ido detrás de sus sueños buscando triunfos y los ha conquistado. Incluso, cuando pocos confiaron en esas victorias, se coronó campeón centroamericano y medalla de bronce Panamericana. Es, sin dudas, un hombre capaz de vencer.
Quienes lo conocen aseguran que tiene de poeta y filósofo, pero además es un pedagogo ejemplar. En estos días de coronavirus ha escrito sus ideas y las hizo llegar a la prensa que, durante años, estuvo al tanto de los logros del equipo que dirigió. Lo hace, «para honrar a los médicos cubanos».
Por original, sentido y emotivo reproduzco lo que escribió y me hizo llegar este entrenador, que también es gloria deportiva cubana:
Hoy, mientras preparaba el desayuno, sonó el timbre de mi casa, la mensajera con el pan nuestro de cada día −pensó pues este útil amigo lleva varios días interrupto y solo ella lo visita a esta hora−. Abrí la puerta dando el incorporado paso atrás por precaución inducida y era la enfermera, venía vestida con su típico uniforme y la más popular de las prendas de estos tiempos, el nasobuco, pero con una sonrisa de oreja a oreja que no podía ocultar detrás de su primera línea defensiva de verde esperanza.
–Buenos días, ¿están todos bien? –Se presentó la joven, no hacía falta nada más–. Nadie con fiebre… ya saben, cualquier cosa, para el policlínico.
Acto seguido giró siguiendo su recorrido escaleras arriba para continuar su pesquisa del día, fue entonces que recordé la iniciativa de brindarle a todos los trabajadores de la salud pública cubana un aplauso conjunto a las nueve de la noche.
Mientras subía, sentí la necesidad de volver a aplaudir a aquella digna representante de un inmenso ejército de batas blancas que llena de sano orgullo a todo nuestro pueblo y de infinita admiración a cada habitante con sentido común en todo el planeta.
Sentí la necesidad de aplaudir a miles de compatriotas que llegan cada día en lo que esté a su alcance: carretones, bicicletas, guaguas, caminando, en botella, en vehículos propios que adquirieron merecidamente y que tienen que mantener técnicamente contra viento y marea como cualquier otro ciudadano para llegar a sus puestos de trabajo, y regresar a sus hogares, después de entregar lo mejor de ellos en cada policlínico, en cada consultorio, en cada guardia… en cada cada lugar que se les requiera, sin anteponer los avatares del día a día que, como cualquier cubano, debemos enfrentar cotidianamente. Además, siempre con un pueblo esperando lo mejor de ellos; su sonrisa, su trato afable y cariñoso, su talento, su calidad profesional, sus resultados favorables para nuestros familiares sin siquiera pensar, en la mayoría de las veces, cómo fue su vida la noche antes de su guardia y posguardia.
Ellos tienen que brindar lo mejor de sí a pesar del estrés y el desgaste que estas condiciones imponen, y se crecen, siguen ahí dándonos seguridad y esperanzas, razones para no temer por nuestros pequeños ni por nuestros mayores, pues todos sabemos y digo todos, que son los mejores del mundo y que están aquí con nosotros.
A pesar de haber viajado el mundo entero, de haber visto un mundo diferente al nuestro, especialmente mimado en lo financiero y en los beneficios materiales, la inmensa mayoría lucha y regresa llenos de necesidades, sobre todo la de estar de nuevo en su país dentro de sus familias, de sus barrios, de sus casas, se recuperan y de nuevo a salvar vidas, nuestras vidas, la de nuestros seres queridos y las de los que queremos por ser seres humanos, no importa de dónde.
Proteger esta riqueza humana, forjada con tanto sacrificio durante todos estos años debe ser una máxima de cada cubano, ellos se han convertido en una tropa élite que defiende la primera línea de combate, en tiempos de paz relativa en nuestro país y en tiempo de guerra, hoy estamos en guerra frente a un enemigo invisible que mata cobrando vidas humanas con una frecuencia diaria que podría ser superior, a la larga, a la de las dos guerras mundiales.
Evitar que el desgaste prolongado pueda mellar a nuestro valioso ejército es responsabilidad de todos. Son seres humanos igual que tú y que yo, no son inmortales, solo sus legados. Los necesitamos fuertes y saludables para que nos puedan seguir salvando, contribuir a reducir con nuestra responsabilidad los casos de contagio. Será una gran ayuda unir a nuestro ejército en la lucha para seguir garantizando la salud de nuestro pueblo, garantizándoles el principio de trabajo y descanso para su recuperación sin que lleguen al colapso mental y físico. Debe ser un objetivo estratégico, no sabemos cuánto demorará este reto que la madre naturaleza nos está cobrando. Tenemos que proteger a nuestros hermanos y hermanas de la salud, dentro y fuera de este único archipiélago, para que podamos seguir disfrutando de este privilegio.
Cuando esta pesadilla haya pasado, porque pasará, estaremos mucho más fortalecidos y, sin duda, abrazaremos y besaremos a cada trabajador de este ministerio, como lo más noble y valioso de la sociedad cubana, dándole lo que se merecen y se han ganado con creces. Mientras, yo propongo una ovación de 24 horas”.