En uno de los abundantes puntos de control (alcabalas), multiplicados en los 23 Estados y el Distrito Capital, frente al reto de detener la letal propagación de la COVID-19, la joven oficial de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana detiene el auto en que viajamos por una de las arterias de la Gran Caracas.
Lo hace con gesto enérgico, se aproxima y su rostro refleja las muchas horas de vigilia en favor de la salud de sus compatriotas. “Misión médica cubana”, le responde el conductor y nos regala una sonrisa de satisfacción y la señal de libre acceso.
Es que toda Venezuela está en cuarentena social, colectiva y voluntaria desde la madrugada del martes 17 de este mes, para esa fecha la nación sudamericana contabilizaba 33 infestados, “todos los casos son importados: 28 de Europa y cinco de Cúcuta (Colombia)”, explica entonces el presidente constitucional, Nicolás Maduro Moros.
Califica la medida de “drástica, pero necesaria”, y lo declara como una necesidad para marchar “un paso adelante a la emergencia sanitaria decretada por la grave expansión del coronavirus y cumplir con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”.
Desde ese día, las autopistas, avenidas, calles están casi desiertas de autos y personas; pero, ni Caracas ni el resto de las ciudades, parroquias… están muertas, porque viven en el Comando Presidencial y la Comisión gubernamental que coordinan las acciones de enfrentamiento en envidiable unión cívico-militar-policial, en los hogares convertidos en escuelas…
En una de sus constantes comparecencias televisivas el presidente Maduro Moros les dio las gracias “a todos los profesionales de la salud que están desplegados a lo largo y ancho de todo el país con mucha moral y mucha convicción”, y convocó a los miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela, las Unidades de Batalla Hugo Chávez, los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap), los cuadros políticos, líderes y lideresas “deben salir a batallar para que apoyemos y ayudemos a nuestro pueblo”.
Así han trabajado y hay resultados elocuentes en diversos sectores: detuvieron la manifestación exponencial de la pandemia (hasta el día 28 reportaba 119 enfermos); el Despistaje Ampliado Personalizado (Dape) ha llegado, casa a casa, a una cifra superior de 40 mil casos con síntomas de enfermedades respiratorias, registrados mediante la encuesta de prevención a través del Sistema Patria; y, con esa misma modalidad sostienen el compromiso de llevar alimentos a los 7 millones de hogares beneficiados del programa Clap.
Delcy Rodíguez, vicepresidenta Ejecutiva, anunció este sábado la masificación del proceso de ofensiva ante la COVID-19, mediante el Dape con la aplicación de las primeras 500 mil pruebas rápidas, que convierte al país en el primero de América Latina en la aplicación de test por número de habitantes.
No obstante, la Vicepresidenta reiteró “el llamado a la población venezolana a mantenerse en sus hogares en cumplimiento de la cuarentena social, colectiva, voluntaria, consciente y radicalizada a través de la cual el país mantiene una curva aplanada en los casos de contagio”.
Los desvelos del gobierno bolivariano por preservar la salud de su pueblo navega viento en popa y a toda vela, y en esos esfuerzos cotidianos cuenta con el irrestricto apoyo de los más de 21 mil trabajadores de la Salud cubanos que colaboran en la Patria de Bolívar, con quienes cierran filas los restantes misioneros de la Isla que suman más de 22 mil.
Es necesario reiterar que lo hacen dos naciones hermanas sorteando los obstáculos de la guerra económica y mediática impuesta por la actual administración norteamericana con el apoyo de oligarquías regionales serviles a los criminales intereses del imperio, que entorpecen la adquisición de medicamentos, insumos y tecnologías, entre otros recursos imprescindibles en la lucha contra la pandemia.