Su voz se entrecorta; tose, se aclara la garganta. Me pide disculpa porque está un poco ronco y no se le entiende bien. Pero es que quiere contarme todo, darme nombres, detalles, no quiere dejar nada fuera. “Son muchos los héroes que me están dando vida”, me confiesa. Él está enfermo con la Covid-19. Es el paciente número 19 que Cuba confirmó como contagiado con el nuevo coronavirus.
Por muchos días, solo se sabía que era el joven de 32 años de Guanabacoa, que el 20 de marzo presentaron como positivo. Pero su nombre es Henry Osvel Tavier Sánchez, un muchacho orgulloso de su tierra, un melónamo, un amante de la naturaleza y de las excursiones.
Desde su habitación en el Hospital Militar Luis Díaz Soto, me envía mensajes de audio. Me cuenta cómo desde que llegó prefirió usar guantes y nasobuco aunque no fuera ley y aislarse porque si él lo traía, no quería ser el que lo regara en su isla. “Llegué a Cuba el 14 de marzo, procedente de Francia, pero había pasado por varios puertos de Italia y había visto lo que hacía el coronavirus. Vi la destrucción social, el miedo, la depauperación.
“Sabía del coronavirus porque en el barco siempre nos informábamos, pero nunca creí que yo fuera a contagiarme. Realmente pensaba que tomaba las medidas adecuadas.
“Por eso en cuanto sentí algún síntoma me fui para el hospital. Llevaba apenas dos días en casa, pero había que estar tranquilos, me aterraba pensar que lo tuviera y que pudiera enfermar a alguien; temía por la vida de mi gente.
“Desde que llegué al centro médico me atendieron muy bien, me hicieron pruebas y muchas preguntas para descartar todo. Primero fui un caso sospechoso que estaba en la sala 2E. Allí un personal muy joven me atendía, pero con mucho humanismo: Bárbaro Rodríguez, Rubiel Rosales, Dognai Borges, Emily Valdés, Maritza Fortún, Zulema, Vincent Borrego, Natalí,
“Cuando Serrano leyó los casos nuevos en el noticiero, sabía que hablaban de mi. Fue un momento bastante triste; me preocupé por mi abuela. Después vino algo duro, decírselo a mi familia. Explicarle que de ese que hablaban en el noticiero era yo. Lloré, pero nunca lo supieron. Mi madre también lloraba, y yo saqué fuerzas y la intentaba calmar: ‘todo irá bien’, le decía.
“Luego me trasladan para otra sala, ya no era sospechoso, sino un caso confirmado. Los médicos me explicaron el tratamiento. Tenía mil interrogantes, no me esperaba que fuera positivo. Al principio no me asomaba ni a la ventana, me quedaba sentado todo el tiempo.
“Pero soy una persona positiva. Me pusieron medicamentos de primera línea antirretrovirales, el Interferón y tengo vigilancia médica las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
“Ahora me siento bien. Escucho música, soy fan de la música, ella es vida. Estoy leyendo La biografía de Rita Montaner, otra guanabacoense como yo. Converso con amigos por teléfono, me envían mensajes. Hago algún que otro estiramiento, camino por la habitación, miro por la ventana que tengo tremenda vista a un jardín.
“Y lo que me reconforta es que nadie se infestó por mí. Solo fueron tres personas con las que interactué y a ninguno lo enfermé. Incluso con el personal médico que me atiende tengo cuidado, aún cuando ellos usan protección. Ellos son los verdaderos héroes.
“Estar aquí tiene una carga sicológica muy fuerte y ellos me ayudan, el doctor Urbano, la enfermera Felicia que solo tiene 22 años, Dayana, Elena, Maite; un grupo muy cohesionado y humano.
“Esto mañana será un mal recuerdo, pero me queda que al no salir de casa protegí a muchas personas, protegí a Cuba y eso me hace sentir bien”.