Hay momentos en los que la sala de la casa de Reloj 201 en la ciudad santiaguera parece local de trámites y a su dueña, Cruz María González Viamonte, parece no importarle.
Lo que cuenta para ella es que cada persona que toque a la puerta en busca de un nasobuco se lleve uno, “o más, sin pagar ni un centavo”.
Con la experiencia de sus 66 años, Cruz vislumbró pronto que era necesario “prepararse para lo que se nos venía encima y mire usted, ya el nuevo coronavirus es una pandemia y entró a nuestro país. Entonces me pregunté ¿Qué hacer a favor de la prevención?”
Del dicho al hecho no hubo más que sacar del armario el saco de retazos y sentarse frente a su vetusta y fiel máquina de coser, la misma que por años facilitó los ingresos necesario para sustentar a la familia, y manos a la obra, o a los nasobucos, que no es lo mismo pero es igual.
“La idea inicial era hacerle a la gente de la casa, a las amistades y los vecinos, luego decidí ayudar a muchas más personas, por eso llamé a la radio, al programa de CMKC Concierto Informativo, y dije públicamente que estaba regalando nasobucos, a quien le hiciera falta que viniera y ya.”
A partir de ahí, la voz se corrió por la ciudad y Cruz ha prestado sus servicios a choferes de ómnibus nacionales, empleados del turismo, alumnos de diferentes niveles de enseñanzas y sus padres, maestros, trabajadores no estatales del populoso Callejón del Carmen…
“Ahora tengo que apurar el pedal de la máquina de coser porque los vecinos se me han ido quedando atrás, ellos están más cerquita y comprenden”.
Con una producción que supera los 300 nasobucos en unas dos semanas, esta santiaguera ve menguar su reserva de retazos, “aunque algunas personas me han traído telas y, por suerte, no me he quedado en cero para producir”.
Esa es su intención, seguir haciendo algo bueno por los demás, en este caso regalando nasobucos.