Esta es la desgarradora historia de los 937 pasajeros del trasatlántico SS Saint Louis, que para escapar de la persecución de los nazis decidieron viajar a La Habana, para luego trasladarse a Estados Unidos, pero al arribar a puerto cubano, por presión del gobierno yanqui les fue denegado desembarcar.
Los pasajeros en su mayoría eran familias judías que con la llegada del partido nazi al poder comenzaron a ser hostigadas: Les quemaron las sinagogas y sus propiedades, eran vejados constantemente y, además, corrían el riesgo de ser detenidos únicamente por ser judíos.
También viajaban cuatro españoles y dos cubanos que no eran judíos. Casi todos portaban sus visados en regla expedidos por la Embajada de Cuba en Berlín a un costo de 200 ó$300 dólares cada uno, una fortuna en aquella época.
El SS Saint Louis zarpó del puerto de Hamburgo el 13 de mayo de 1939. Gisela Felman tenía 15 años cuando se embarcó en aquella desconocida aventura y: «se acuerda de su padre suplicando a su madre que le esperase pero ella era tenaz y siempre le respondía: Tengo que llevarme a las niñas por seguridad».
«Así que, armadas con visas para Cuba adquiridas en Berlín, 10 marcos alemanes en su bolso y otros 200 escondidos en su ropa interior, se dirigieron hacia Hamburgo y el St Louis».
La travesía transcurrió con la normalidad acostumbrada en los buques de pasajeros. Juegos, bailes, cenas paseos por cubierta y que su capitán Gustav Schroder mantuvo para que las mujeres, los hombres y los niños, disfrutaran de las comodidades a bordo, a sabiendas de conocer que esas familias habían sufrido bastante en tierra alemana.
Por fin el 27 de mayo el SS Saint Louis arribó al puerto de La Habana donde fondeó. Todo estaba listo para que los pasajeros desembarcaran. Pero grande fue la sorpresa cuando las autoridades se presentaron a bordo de la nave y le informaron al capitán que nadie podía desembarcar.
Los inmigrantes judíos desconocían que ocho días antes de zarpar el buque de Hamburgo, el entonces presidente de Cuba Federico Laredo Bru, presionado por los yanquis había denegado los permisos de desembarco mediante un decreto. Ahora para entrar a Cuba era requisito contar con una autorización de la Secretaría de Estado y otra de la Secretaria del Trabajo y pagar un bono de $500 dólares a excepción de los turistas.
Por supuesto, los refugiados judíos no podían cumplir con las nuevas normativas de entrada al país porque habían abandonado Alemania dejando lo poco que les quedaba de valor. Y ahora no tenían consigo nada de valor, solamente contaban con sus vidas.
Únicamente 28 pasajeros pudieron desembarcar sin problemas, entre ellos los cuatro españoles y los dos cubanos.
El SS Saint Louis permaneció en la rada habanera casi una semana mientras se negociaba como si fuera una mercancía más la vida de los 909 refugiados judíos. Huían del nazismo y los atrapaba el capitalismo.
El 2 de junio el presidente Laredo Bru conminó al capitán Gustav Schroder, a que abandonara el puerto de La Habana. Cuando el barco realizaba las maniobras de salida, miles de habaneros acudieron a despedirlos a ofrecerles su solidaridad y de este modo expresarles que el pueblo cubano estaba con ellos.
El barco zarpó escoltado por dos lanchas de la Marina de Guerra y puso rumbo a la Florida, pero allí se negaron a recibirlos al igual que en Puerto Rico. Entonces el capitán telegrafió a las autoridades de Canadá, Honduras, Venezuela, Ecuador, Chile, Colombia, Paraguay, y Argentina, entre otros países para persuadirlos de que acogieran a los inmigrantes judíos, pero todos le negaron la entrada.
A casi un mes de su salida de Alemania el SS Saint Louis tuvo que poner rumbo a Europa y tras largas conversaciones algunos judíos fueron aceptados por Gran Bretaña, Holanda y Francia, confinándolos en campos de internamientos. El resto de los pasajeros desembarcó el 17 de junio de 1939 en Amberes, Bélgica.
El epílogo de esta desgarradora historia se remonta a la invasión alemana a Europa occidental en mayo de 1940: aproximadamente 670 refugiados del SS Saint Louis fueron atrapados por los nazis y murieron en campos de concentración. Unos 240 sobrevivieron a años de hambre, maltratos y trabajos forzados. (Tomado de Granma)
Fuentes:
Revista Carteles, 11 de junio de 1939
Juventud Rebelde, 29 de marzo del 2009