“¡A Martí se respeta!”, dijo un compatriota a la televisión cubana durante un sondeo realizado a nuestro pueblo con motivo del ultraje a bustos de nuestro Héroe Nacional en varios puntos de La Habana, en las primeras horas del 1o de enero de este año.
Tal agravio, intensamente repudiado por la población, hizo recordar otro hecho de ese tipo ocurrido décadas atrás, cuando dos “marines”, de un grupo allí llegado, escalaron la estatua erigida a José Martí en el Parque Central de la capital cubana, en la noche del 11 de marzo de 1949. Uno de ellos, nombrado Richard Choinsgy, se sentó a horcajadas sobre los hombros de la figura y la usó como urinario. Ante tal hecho, decenas de cubanos que transitaban por los alrededores les exigieron que se bajaran, pero solo recibieron burlas y gritos por parte de los profanadores, ante lo cual una lluvia de botellas y piedras cayó sobre ellos.
Solo salvó a los “marines” la intervención de la policía, que la emprendió contra quienes defendían la memoria del Apóstol. Pero, llevados aquellos a la Tercera Estación de Policía en tanto la noticia se esparcía por la ciudad, frente al recinto policial se congregaron cientos de cubanos dispuestos a darles ejemplar respuesta, lo cual sus rescatadores impidieron agrediéndolos con palos, culatazos y tiros al aire.
Fue ese el peor de los innumerables agravios hechos a Cuba por los “marines”, acostumbrados a hacer y deshacer a su antojo cuando bajaban a tierra para, en lugar de dar veracidad a sus programadas visitas de “buena voluntad”, darse al alcohol, las drogas y los juegos de azar; acudir a los prostíbulos y ocasionar inumerosas reyertas.
Una cámara “indiscreta”
Afortunadamente, el vandálico suceso quedó registrado para la Historia por la cámara de cajón de Fernando Chaviano, fotógrafo dedicado a retratar a los turistas, quien rápidamente reveló las placas. Una vez listas las fotos, no pocos trataron de obtenerlas, incluidos dos funcionarios de la sede diplomática estadounidense, pero Chaviano se las vendió a un reportero gráfico del periódico Alerta y este las publicó al día siguiente en su primera plana. También fueron reproducidas por varias revistas, entre ellas Bohemia y Carteles, y algunas agencias internacionales de noticias.
Ese mismo día, en vano intento por lavar la ofensa, el embajador estadounidense, Robert Butler, presentó las excusas de su Gobierno y colocó una ofrenda floral ante la estatua de Martí, mientras una multitud protestaba frente a la sede de su Embajada. El propio pueblo se encargó de retirar la corona y romperla , en clara demostración de que habían herido profundamente sus sentimientos patrióticos.
Ante la sede diplomática yanqui también protestaron, en esa fecha, los estudiantes universitarios —entre ellos Fidel Castro Ruz—, quienes más tarde dieron a conocer una declaración en la cual condenaban el infame suceso.
La inacción del Gobierno cubano ante semejante infamia, quedó resumida en un artículo que, bajo la firma de Sergio Aguirre, publicó el periódico Hoy en su edición del día 16 de ese mes, en una de cuyas partes se lee:
“Aquí no ha pasado nada. Miembros de las fuerzas armadas de la nación vecina pueden orinarle la cabeza a Martí sin temor a que el gobierno de Cuba se dé por enterado. Así, como suena. Lo de Martí se ha resuelto con agua, jabón y una esponja, supongo, y con el ramo de flores de Mr. Butler, destinado a disimular, ante los transeúntes del Parque Central, ciertos olores que, quizás, exhala la estatua”.
[row][column size=»1/2″ center=»no» class=»»] [/column] [column size=»1/2″ center=»no» class=»»] [/column][/row]Martí en el Parque Central habanero
Una encuesta anunciada por el periódico El Fígaro el 30 de abril de 1899, para decidir quién, entre “nuestros hombres más distinguidos (…) guerreros, políticos, escritores, poetas y personalidades sobresalientes del mundo intelectual cubano”, debía ocupar el lugar donde hasta el 12 de marzo de ese año estuvo situada una estatua de Isabel II.
Martí fue el seleccionado, entre no pocas proposiciones, por el voto popular. La escultura fue esculpida en Italia por el cubano José Vilalta de Saavedra, y en horas de la mañana del 24 de febrero de 1905 quedó develada en ceremonia presidida por el mayor general Máximo Gómez Báez, General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba, quién pronunció una breve alocución, y el presidente Tomás Estrada Palma.
También estuvieron presentes Leonor Pérez, Carmen Zayas Bazán y Amelia, madre, viuda y hermana de Martí, respectivamente, y Juana Varona, hermana del general Bernabé Varona Borrero, Bembeta, quien en el pedestal del monumento colocó un clavo de oro con la inscripción “La hermana de Bembeta”.
Las actividades continuaron en horas de la tarde con un desfile infantil, y por la noche se encendieron las luces y una banda de música puso fin a las actividades con una retreta.
Para los cubanos, José Martí es algo sagrado, y por lo tanto merece respeto. Quien no lo haga se expone a recibir el total repudio popular, tal como ocurrió en aquel lejano día de 1949, y más recientemente, cuando cuatro individuos nacidos por equivocación en nuestro país profanaron varios bustos de nuestro Héroe Nacional en zonas de la capital cubana. Pero sucede que, si bien los gobernantes de entonces permanecieron callados ante el ultraje, hoy los protagonistas del reciente hecho sentirán sobre sí todo el peso de la ley.
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