«La abnegación de la mujer obliga al hombre a la virtud»
José Martí
En estas jornadas, próximas al Día Internacional de la Mujer, he rebuscado en mi mente los rostros que refrescan el campo, y que he descubierto en mi bregar de más de cuatro décadas por el agro.
Nunca como ahora he visto la campiña sembrada de tantas figuras, que con atuendos diferentes, hacen iguales funciones que los hombres.
El colorido de pañuelos, pamelas, camisas y hasta del maquillaje, dan frescura a un trabajo rudo, muy rudo, que en Cuba acoge sin distinción de género a quienes quieran cultivar la tierra y producir alimentos. Las he encontrado bonitas, finas, jóvenes y adultas, y hasta alguna que sin ser precisamente ridícula, va muy bien engalanadas a realizar sus faenas en el campo.
También abundan las económicas, las juristas, las que se ocupan de los servicios y las científicas. Es increíble ver cómo éstas se transforman entre el laboratorio y el campo, y cuando llegan a los sembrados o las vaquerías interactúan de igual a igual con aquellas que viven del trabajo en la tierra.
Esa es una de las fortalezas que tiene la ciencia en la agricultura cubana, que se haga desde el surco, desde el lugar donde se demanda encontrar soluciones o llevar novedades para aumentar las cosechas.
Y eso, además de la voluntad de las mujeres y de la libertad que han ganado con la liberación educacional y cultural de la isla, se debe también al apoyo político y gubernamental, al respaldo de organismos y organizaciones y a la inclusión en proyectos de desarrollo y colaboración que las tienen entre sus líderes y actores.
Según informes de la FAO, las mujeres rurales son responsables de más de la mitad de la producción de alimentos, desempeñan un papel importante en la preservación de la biodiversidad y garantizan la soberanía y seguridad alimentaria desde la producción de alimentos saludables.
Sin embargo, viven en situación de desigualdad social, política y económica con apenas el 30 % de titularidad de la tierra, del 10 % de los créditos y del 5 % de la asistencia técnica. Por ello es necesario trabajar en políticas públicas para promover la igualdad de género en la región.
Cuba es otra cosa: por ejemplo, en el Grupo Empresarial Agrícola, un cuarto de los trabajadores del sector empresarial son mujeres, y ocupan disímiles plazas, que van desde las más agrestes, hasta las de servicios, oficinas o la ciencia; eso equivale a casi 16 mil personas de las empleadas en este Osde.
La cifra es superior cuando se trata de las mujeres que se incorporan a las labores agrícolas desde el sector cooperativo y campesino, donde suman más de 17 mil 300, que representa el 17 % de la totalidad de sus actores.
Y hay pocas cosas tan bellas en el agro cómo ver a las mujeres seleccionando simientes de piña, cosechando frijoles, sembrando papa, escardando canteros en las casas de cultivo, ordeñando una búfala, o sencillamente controlando el trabajo de los demás.
Un consejo le doy a los hombres y a los decisores: tengan siempre en cuenta a la mujer, porque como dijera Fidel Castro “No sólo es justo que la mujer tenga oportunidad de desarrollar su capacidad en beneficio de la sociedad, sino que también es necesario para la sociedad que la mujer encuentre todas las posibilidades de desarrollar plenamente sus capacidades.”
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