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De Manzanillo y de Cuba: Heroína y Salvadora

La Heroína del Trabajo de la República de Cuba, Salvadora López Rivera ha dedicado su vida a la industria pesquera en la ciudad de Manzanillo. Su rostro transmite energía y a cada momento regala una sonrisa. Cuando habla los ojos le brillan. Así es la primera impresión al conocerla.

Desde los 16 años, Salvadora López está trabajando en la Empresa Pesquera Industrial de Granma. Foto: Dilbert Reyes Rodríguez

Desde el padre que fue un hombre de mar, hasta su infancia en la llamada Ciudad Pesquera, el primer asentamiento para pescadores erigido por la Revolución en la urbe costera de Manzanillo, ese mundo del profundo azul y sus recursos ha sido una constante en la vida de Salvadora. “Está en la sangre y la familia”, asegura.

Nacida en 1960, comenzó a trabajar desde muy joven, pero siempre con mucho espíritu e impulsada por el buen ejemplo de su suegra, Lupe Reyes, con una trayectoria que le valió la condición de Vanguardia Nacional.

La veía atareada todo el tiempo, acostándose pasadas las once de la noche, y entonces se decía que tenía que ser como Lupe. Y así, siguiéndole el paso, sumó a sus responsabilidades nuevas tareas como dirigente sindical, federada y cederista.

Parte de un colectivo

Fiel y orgullosa de su colectivo de la Empresa Pesquera Industrial de Granma (EPIGRAM), donde a los 16 años de edad se estrenó en el ámbito laboral descolando camarón, esta singular cubana recuerda cómo las manos se le perdían entre la maraña de crustáceos.

Era muy rápida, y hasta después de participar en las reuniones sindicales o de la Unión de Jóvenes Comunistas, llegaba a su puesto y “se pegaba” para recuperar el tiempo, logrando irse por delante de sus compañeros. ¡Pero bueno, y esta muchachita!, le decían algunos con asombro.

«Luego pasé a envasar camarón, armé cajas, en fin, yo sé hacer de todo en esta industria, y aunque los domino, siento que el más duro es el del ostión», comenta.

Por aquellos años, cuando empezó a demostrar su tesis de que hay tiempo para todo, fue seleccionada como Mejor Joven y Vanguardia Nacional del sector.

“Lo normal era trabajar entre la 1 de la tarde y las 11 de la noche, pero teníamos distintos horarios. También íbamos a la agricultura, por lo cual, para poder cumplir, me levantaba temprano y dejaba las cosas de la casa preparadas. Hasta hoy la historia transcurrida es muy grande –aseguró─ pero en todas las etapas el trabajo ha sido impulso y palabra clave en mi vida”.

Cuestión de actitud

Salvadora ha consagrado su vida a la industria de Epigram.FOTOS: Roberto Mesa Matos.

Actualmente, ya con dos hijos, igual número de nietas y un bisnieto, López Rivera sigue activa en su inseparable EPIGRAM, ahora como pesadora de camarón, y afirma que el trabajo en la industria pesquera requiere dedicación y mucho sacrificio; valores que desde el ejemplo personal inculca a las nuevas generaciones.

“En mi cartera siempre podrá haber dipirona o aspirina, pero desde que uno se levanta el rostro tiene que reflejar ánimo; porque es en el puesto de trabajo donde los dolores se van calmando. Así le digo a la juventud y los exhorto: ¡Vamos, pa´lante!

– Pero Salvadora, todavía tienes ese ánimo, me replican.

– Sí, con 59 años que tengo sigo pa´lante, y hago todo lo que ustedes hagan.

«¡Ese es el ejemplo, y por eso ellos me siguen!», resaltó.

Nada de regodearse en las distinciones

Ya acumula más de cuatro décadas de esfuerzos para el desarrollo de la industria pesquera en la suroriental provincia cubana de Granma, donde el pesimismo y frases al estilo de “hoy no puedo”, “me duele aquí” o “lo voy a dejar para mañana”, no existen en el lenguaje de esta mujer, para quien recibir el título de Heroína del Trabajo de la República de Cuba en 2018, fue lo más grande.

«Éramos tres soñando con alcanzar esa distinción», contó entre palabras de agradecimiento y elogio a sus compañeras María Ortega y María Eloína Zambrano, esta última ya fallecida.

“Oye mi’ja, descansa, ya lograste lo que querías, me dicen algunos, a quienes contesto que aquí hay Salvadora para más, y sigo con el mismo espíritu de antes, porque siento que el trabajo me hace falta.

“No tengo que descansar, voy a batallar hasta el final, entre otras razones porque el colectivo continúa impulsándome. Tampoco pienso jubilarme hasta tanto no cumpla con esa otra tarea que se auto-imponen las abuelas, cuando se trata de la fiesta de 15 años de una nieta”, confesó.

Otro acicate es, sin dudas, plantarle cara a los retos que imponen la vida, la compleja situación económica del país y el bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba. Argumenta al respecto, y entonces habla siempre en plural.

“Nosotros somos de la línea de procesamiento del camarón –un rubro exportable─ y sabemos cómo están las cosas. Por eso desde que entramos en la mañana nos pegamos a trabajar, sin horario, hasta entregar la mercancía comprometida.

“Sin importar a qué hora llega la materia prima, ahí está la gente para enfrentar el proceso. Avisamos a la casa o se dejan las cosas preparadas, en función de dedicarle a la industria todo el tiempo que haga falta, ya sea hasta la una o dos de la madrugada”.

Líder natural y por muchos años encargada de los asuntos laborales y sociales en su sección sindical, Salvadora afirmó que en esa vorágine de trabajo no se descuida a las personas, y si alguna compañera u otro obrero tiene un problema, se le ayuda y un tercero asume la tarea, porque “lo principal es sacar adelante las producciones y cumplir con los encargos de la Revolución”, precisa.

Salvadora López junto a su familia. Foto: Roberto Mesa Matos.
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