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Al pan, pan: Radio para todos

A la radio más de una vez le han augurado la muerte. La primera vez cuando surgió la televisión. ¿Qué sentido tenía solo escuchar música o noticias si además se podía ver? La verdad es que seguía teniendo todo el sentido del mundo; la radio, por ejemplo, permite su plena recepción mientras se realizan otras actividades. Además, nadie podía andar con un televisor en el bolsillo.

 

Ahora sí se puede, porque el celular es también, entre otras muchas cosas, un televisor. Pero tampoco la radio ha muerto ante el impacto creciente de la multimedialidad. La razón es que esta nueva circunstancia se sustenta en la integración de medios. Esa es la lógica y esa es la tendencia: la adaptación funcional, que implica de paso, un aumento de las posibilidades técnicas y expresivas.

La radio, en definitiva, no va a morir. Cambia, como todo. Pero tiene más potencialidades, como medio, que por ejemplo los periódicos en papel.

Establecido eso, la pregunta es: ¿escuchan los jóvenes la radio? Aquí obviamente no se puede absolutizar. Claro que hay jóvenes que la escuchan, y hay jóvenes, incluso, que se apasionan por la radio. Pero los jóvenes no son precisamente el público mayor de este medio; según los estudios la escuchan sobre todo circunstancialmente, de paso, cuando sus padres la ponen en la casa o en el carro.

Y es paradójico, porque buena parte de la producción de la radio cubana está dirigida, precisamente, a los jóvenes.

De cualquier forma, esa segmentación extrema de los públicos tampoco es que tenga mucho sentido. Se hace buena radio o se hace radio mediocre, o francamente mala. Y ahí está el primero de los retos: la calidad de la programación. No se conquistará un público acostumbrado a la dinámica, la excelencia formal de muchos de los productos de este universo audiovisual que nos rodea, con realizaciones viejas, desfasadas. Por más que las animen las mejores intenciones.

Otro desafío: el contenido. Muchas de las realizaciones concebidas para niños y jóvenes pecan de exceso de didactismo, de un paternalismo mal disimulado, o se regodean en la bobería, como si a los jóvenes no se les pudiera hablar de los grandes temas del mundo.

No solo se puede, ¡se debe!

Y todavía falta una necesidad: conquistar soportes, nuevos espacios, nichos todavía insuficientemente aprovechados en este amplísimo panorama de las nuevas tecnologías y los nuevos medios.

La radio cubana tiene que insertarse más en Internet. Y no de la manera más convencional, que eso ya está hecho en buena medida, sino valiéndose de las potencialidades de ese ámbito.

Pódcast, radio a demanda, radio interactiva… son caminos que todavía no recorremos a plenitud. A veces por puntuales cuestiones técnicas, pero otras por pura abulia. Hay que estar al tanto de las mejores realizaciones en el mundo, hay que explorar a fondo las demandas de nuestro público.

 

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