El Combinado Avícola Nacional en el último quinquenio, orientó sus esfuerzos monetarios hacia la búsqueda de mejoras sustanciales en sus granjas porque sin comer no se puede vivir, porque la producción de alimentos es prioridad para los cubanos y porque es real la certeza de que existe déficit en la obtención de huevos.
Fue así como en el 2014 se ideó un sueño: montar granjas avícolas modernas en Pinar del Río y Camagüey; más las vicisitudes clásicas de una inversión provocaron que la tecnología llegara en el 2018 y que se concretara solo a finales del 2019 aquella idea primigenia en tierras agramontinas.
En estas llanuras la noticia corrió como pólvora y, desde el primer día, todos hablaban de la “fábrica de huevos” que se construía en Las Clavellinas, muy cerca de la ciudad cabecera.
Y es que no podía denominarse de otra forma a un lugar donde con apretar un botón se resuelve todo: los huevos y las excretas se trasladan y extraen por esteras; los extractores de aire y los paneles de enfriamiento mantienen una temperatura fresca y constante dentro de la nave, y la alimentación llega a su hora sin necesidad de manipulación humana. Algo muy distinto a lo que sucede en las clásicas granjas.
“Los beneficios son muchos: en un mismo espacio se alojan mayor cantidad de animales, al ser mecanizado se emplea menos personal y a este se le humaniza el trabajo. Las gallinas cuentan con mayor confort y el alimento se dispone en horarios estables y de manera gradual, lo que les da la posibilidad de expresar su real potencial genético. Con estas condiciones se pueden obtener alrededor de 10 huevos más por cada 100 gallinas, de forma diaria”, aseveró Alexey Govea García, vicepresidente del Grupo Empresarial Ganadero (Gegan).
La camagüeyana, “a lo primer mundo”
La Unidad Empresarial de Base (UEB) No. 20 El Uvero, la granja camagüeyana y la segunda de su tipo en el país, comenzó a trabajar a finales de septiembre del 2019. El galpón o nave de producción, con una extensión de 130 metros de largo por 12 de ancho, alberga 56 mil animales de raza leghorn, los cuales son bien atendidos gracias a la tecnología alemana, Big Dutchman.
En ese espacio se cuenta además con otra nave que sirve de almacén, hay un silo de pienso, turbina con tanque elevado y panel solar y un grupo electrógeno para garantizar la vitalidad de la UEB.
El equipamiento costó unos 900 mil dólares, mientras que la instalación y la construcción del almacén y las oficinas sumaron dos millones de pesos en moneda nacional. Pero, como señaló Govea García, el encadenamiento de las elaboraciones nacionales junto con las importaciones permitió que este sueño no alcanzara cifras desmedidas.
Alberto Doval Rivero, director de la UEB, estuvo en la obra desde que se limpió el terreno de marabú. Vio poner cada ladrillo y le dio el pecho al trabajo duro, porque si empezaban bien, dice, se podría lograr el sueño de alcanzar 130 millones de huevos al año.
“Como éramos los segundos en montar estas naves, acota, pudimos aprender de los errores y hacerlo más rápido. Nuestros 25 trabajadores recibieron muy buena preparación gracias a la asesoría de los pinareños y de los técnicos extranjeros.
“Esto es algo de primer mundo y una joya, sobre todo para nosotros los avicultores que estamos acostumbrados a pasar trabajo y a hacerlo todo manual. Pero, aunque no lo parezca, igual lleva mucho trabajo y dedicación.
“En granjas convencionales esta cantidad de gallinas lleva casi el doble del personal que tenemos aquí. Y aún cuando no debemos esforzarnos tanto para dar la comida, los tres trabajadores que están dentro de la nave, deben limpiar, revisar que la comida esté llegando bien, que la luz no falle, que todo esté tranquilo, que las gallinas no se traben. Y todo eso, diariamente”.
Fermín Gómez Lazoncet , operario especializado de la viper touch, panel de control computarizado de la planta, ya ni recuerda el dolor de espalda que le provocaba tirar el pienso en la unidad número 24. Enseguida se adaptó a las facilidades de tocar botones.
“Durante el día lo que hago es mirar la máquina, explica. Todo está programado y solo dirijo y controlo la temperatura, el sistema de sensores de humedad, de la velocidad del viento, la temperatura de los túneles, el estado del silo y la cantidad de toneladas que hay y las que se van a distribuir”. En la noche, todo se hace solo.
El éxito está en el manejo
Las gallinas suelen ser animales sensibles que llegan a reconocer al personal que las trata, por ello la primera prioridad es garantizarle todo lo necesario para que pongan huevos, sin estresarse y sin enfermarse.
Alex Yurisander Ávila Ponce de León es el especialista veterinario de la UEB y uno de los principales veladores del cumplimiento de las normas. “Las medidas de bioseguridad se deben cumplir a raja tabla”, apunta.
“Concebimos que el área donde se encuentran las gallinas sea un espacio limpio, donde solo se permite el personal y algún visitante autorizado. Y aunque el resto se conoce como área sucia, todo el que entra a la unidad es desinfectado previamente.
“También contamos con un filtro sanitario para el cambio de la ropa y calzado del personal que entrará al galpón. Esas medidas disminuyen el riesgo de infección y garantizan mayor precisión en el manejo. Ahí está parte del secreto para que las gallinas puedan poner un promedio de 300 huevos al año, como se logra en otras partes del mundo”.
Pero como asegura Govea García estas producciones son para garantizar la canasta básica y, al unísono, la red de turismo. “En Cuba se necesitan seis millones de huevo diario y para ello es que se hacen estas inversiones porque el déficit es grande. Claro, que nunca descartaremos la exportación, pero podremos llegar más fácil a la sustitución de importaciones, ya que cuando aumenten las cifras se pudiera pensar en hacer huevo deshidratado y dejar de comprarlo en el exterior”.
“Estas naves nos ayudarán, por lo que solo son la primera etapa de un gran sueño. La proyección es incrementar otra en Camagüey y agregar tres más en Pinar del Río, con iguales dimensiones, para que haya huevo de verdad”.