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Los días de una Cruzada: la fe, la inspiración y el arte

Rolando fue uno de esos niños que asistió a la primera función de la Cruzada, aquel enero de 1991. Según él los albores de un período férreo con que pagábamos el designio antimperialista, no lograban despojar los sueños de los hijos de macheteros, convertidos en público desde el interior de aquel albergue, en las inmediaciones del central azucarero Argeo Martínez. 

Foto cortesia de Cruzada teatral Guantánamo-Baracoa

Fue esa la fundación que selló el compromiso de los jóvenes del incipiente Grupo Guiñol Guantánamo. La idea que les nació parir cada 28 de enero, como cruzada de fe, “otra apuesta por un mundo mejor, el franco y auténtico homenaje al Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, y a su fórmula del amor triunfante: con todos y para el bien de todos”.

Foto cortesia de Cruzada teatral Guantánamo-Baracoa

Así de cruzados de aventura, de románticos…, anduvieron los caminos incognitos de la geografía montañosa de Guantánamo. “Llevar el teatro a las comunidades serranas, incidir en el gusto estético, capacidad y apreciación artística” no les parecieron demasiadas pretensiones para un público que nunca había visto el teatro, ni a un actor, ni al mensaje que muestra.

“Abrir un campo de investigación para identificar problemáticas sociales y aplicar los resultados en el enriquecimiento temático y escénico de los participantes; aprovechar el evento para la confrontación y superación de los teatristas, realizar talleres de creación “in situ” e insertar a más “locos” a acompañarlos”, fueron desde el principio sus objetivos.

Quizás porque detrás de esa eufonía, al escucharla descubrieron también sus propósitos, hoy les acompañan miembros de la brigada José Martí, trabajadores sociales, promotores culturales, estudiantes de la enseñanza artística, periodistas, fotógrafos… y todo aquel que comparta la idea del bien, el arte misionero, la vocación de servir.

“Durante 30 años y enfrentando obstáculos de todo tipo la cruzada ha demostrado que los sueños valen”, sentenciaba alguno de sus protagonistas… y ciertamente: ¿qué lleva a un artista a no abdicar a su público: la pasión o el compromiso?

Desde los tiempos que subieron lomas en una arrea de mulos, hasta hoy en un camión donde  transportan complejas escenografías dialogar con el público les activa y moviliza. Jamás han roto la responsabilidad  con familias enteras que les esperan y agradecen. Intercambiar, enseñar y aprender en los poblados de Manuel Tames, Yateras, San Antonio del Sur,  Imías, Maisí y Baracoa es una iniciativa que superó sus sueños y les fraguó razones.

Hacer realidad la puesta de la “Petición de Mano” de Anton Chéjov en medio del “camino real” o a la sombra de una mata de yagruma, sin atavíos dramáticos, semánticos ni contextuales, con luces y diseño escenográfico de una sala para el arte de las tablas, ciertamente, les pudo más.

Foto cortesia de Cruzada teatral Guantánamo-Baracoa

Servir a ese público de los espacios más alejados, una relación traducida en la vida rural compartida en condiciones de campaña, unido a  la retroalimentación estética que ha logrado el desarrollo y crecimiento de cada uno de los cruzados, no puede quedar circunscrito a un compromiso.

Llevar hasta esos parajes lo mejor del teatro nacional (proyectos de La Habana, Santiago de Cuba, Las Tunas, Holguín y Granma) e incluso internacional, a juzgar por los invitados de Perú, País Vasco, México y Colombia,  que hoy participan, es una pasión que gana adeptos.

Por esa razón cuando la Cruzada teatral Guantánamo-Baracoa marca su mayoría de edad (30 años) favorece nuevas vías que permitan dinamizar y enriquecer el trabajo de diferentes actores sociales en el contexto rural.

Su principal animador, el actor Emilio Vizcaíno lo declaraba así el pasado 28 de enero, prestos otra vez a la carga:  “ (…) Contribuiremos al desarrollo cultural en el macizo montañoso de la provincia, con la estrategia de desarrollo del país que tiene entre sus objetivos incrementar la participación popular en la proposición y ejecución de las soluciones a las dificultades, rescatar y desarrollar los valores sociales y culturales de las comunidades”, que tiene como fin y super-objetivo lograr la calidad de vida de la población.

“La cruzada es el evento más importante de teatro cubano en las montañas. Rompe el aislamiento geográfico, estableciendo una relación armónica entre los cruzados y la comunidad,  más que un hecho artístico es para los habitantes de las montañas un acontecimiento absolutamente social”, añadía Vizcaíno.

A razón de tal fe, esta vez entre los cruzados la repentista Tomasita Quiala y la bolerista guantanamera Paula Villalón.  También,  aportarán al evento desde sus profesiones, reconocidos caricaturistas de nuestro país dedicados a inmortalizar las miles de imágenes y memorias de sólo 30 días.

Nutrida por el changuí, el nengón o el quiribá, platos típicos y hasta la identidad más ignota en las serranías guantanameras y comunidades de difícil acceso, la Cruzada lleva en este minuto ya, tres días de reencuentro con esas personas de todos los años…y nunca es igual, nada es lo mismo.

Herederos de los principios martianos,  del desinterés que es “la virtud que funda y salva” los proyectos de teatro: La Barca, Ríos, la compañía de arte circense Carpandilla, y el Grupo Guiñol Guantánamo recogen el impacto comunitario que no sale en las estadísticas, que no se puede contar ni medir, pero que si se ve…

“El teatro es copia y consecuencia del pueblo”, sentenció el Apóstol, y ya vendrán los cruzados con las mejores obras…

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