Es fácil imaginar el formidable impacto negativo que la presidencia del energúmeno Donald Trump puede estar teniendo sobre las juventudes de Estados Unidos.
Trump envía en cada acción, cada gesto y cada palabra de su comportamiento como primer mandatario de la nación que rige los destinos del mundo capitalista, señales de que ser racista, ser sexista, homofóbico o misógino es un mérito que equivale a una insignia honorífica.
Históricamente los presidentes ineptos son impugnados, entre otros defectos, por ser mentirosos, malcriados y groseros, que son precisamente los calificativos que más “adornan” la conducta cotidiana de Donald Trump.
Así lo destaca el nuevo libro titulado The Fixers, en el que se examina la relación que existió entre Trump y Roy Cohn (1927-1986), abogado estadounidense quien fuera más conocido por haber sido consejero principal del senador Joseph McCarthy durante las audiencias del senado anticomunista que el Ejército y el propio senador McCarthy llevaron a cabo en los años de la década del 1950.
Fue Cohn quien orquestó las persecuciones macartistas contra presuntos comunistas que, más tarde, se hicieron extensivas a los homosexuales.
Miles y miles de estadounidenses fueron sometidos a investigaciones policíacas y legales. Sus vidas, familias y carreras fueron destruidas como resultado de ello.
Posteriormente, Cohn se convertiría en el abogado personal de Donald Trump, el actual presidente de la nación norteamericana.
Roy Cohn era públicamente homofóbico y fomentaba la persecución pública contra los homosexuales. Actualmente se sabe que él mismo era un hombre homosexual y murió en 1986 a la edad de 49 años por complicaciones relacionadas con el SIDA.
Trump se había “distanciado” de Cohn a partir de que éste se enfermó.
No obstante, el Presidente organizó en su honor «una cena de despedida» en su lujoso club Mar-a-Lago poco antes de su muerte causada por el SIDA, según el libro antes mencionado.
El texto del libro afirma que Trump recordaría más tarde esa visita de Cohn cuando en 2016 dijo en son de broma a unos huéspedes en su club, que tuvo que hacer fumigar Mar-a-Lago después de la visita de ese hombre que se estaba muriendo de una enfermedad relacionada con el SIDA. «Tuve que gastar una fortuna para fumigar todos los platos y cubiertos de este local dijo entre bromas».
En un extracto del libro publicado en el Wall Street Journal, sus autores, Joe Palazzolo y Michael Rothfeld, escribieron que Cohn, como el primer fixer de Trump, «manipuló los medios de prensa y el sistema legal para asegurar ventajas comerciales para el Sr. Trump. «Hizo pasar a su cliente por un desarrollador fabulosamente exitoso que transformó la colección de edificios de apartamentos de bajo costo de su padre en Brooklyn y Queens en un imperio de torres de condominios de lujo con sede en Manhattan.
Las opiniones de Trump sobre los medios de comunicación y las celebridades fueron moldeadas por Cohn y sus sucesores, personas en las que confió para proyectar una versión particular de sí mismo, que a menudo se parecía poco a la realidad.
«Sus carreras con el Sr. Trump arrojaron luz sobre su ascenso en la vida pública y su victoria en las elecciones presidenciales de 2016».
En el 2017, surgieron grabaciones de bromas del presidente Trump en las que se habla de que éste obligó a la Princesa Diana a hacerse la prueba del VIH antes de tener con ella relaciones sexuales. Trump hizo tan horribles comentarios poco después de la muerte de la Princesa Diana en 1997, en una entrevista radial con el atleta Howard Stern.
Cuando Cohn murió a causa del SIDA en 1986, su biografía era tan fascinante como despreciable. Su periplo vital lo asemejaba más a un villano de película que a un abogado real. Lo cual podría ser divertido si no fuera porque las consecuencias de sus peores actos todavía repercuten en el mundo.
Tras graduarse en la facultad de derecho con solo 20 años, Cohn se hizo de un nombre procesando a los esposos Ethel y Julius Rosenberg acusados de espionaje. Ya en ese caso dejó de lado la ética para asegurarse de que el matrimonio judío no solo fuera declarado culpable sino condenado a muerte y ejecutado, a pesar de que las pruebas eran claramente insuficientes para ello.
A lo largo de los años 50 se convirtió en la mano derecha de McCarthy durante la caza de brujas y en el abogado del jefe mafioso Anthony Salerno. Dos movimientos que le auparon en los círculos de poder –y corrupción- de Nueva York. Su figura era algo así como la de un puente entre los jefes del crimen organizado y los políticos y hombres de negocios que debían tratar con ellos.
Su falta de escrúpulos y sus maneras belicosas le convirtieron en un personaje notorio, que se rodeaba de las personas más prominentes del país: celebridades, magnates de la comunicación, los Reagan… y Donald Trump.
Los dos hombres unieron fuerzas por primera vez cuando Trump, por entonces un joven empresario de la construcción, fue demandado, junto a su padre, por negarse a alquilar sus apartamentos a inquilinos negros. En contra de la opinión inicial de Cohn, Trump llegó a un acuerdo con los demandantes, no sin antes contrademandar al Gobierno por 100 millones de dólares. Trump había aprendido una de las reglas de oro de Cohn: “nunca admitas que estás equivocado y nunca te disculpes”.
( Por: Manuel E. Yepe, Tomado del diario Por esto!)