Intrépida y sobre todo osada, es la obra del creador venezolano Alejandro Lombardo, artísticamente conocido como ALombardo, quien ha logrado consolidar un universo iconográfico en el que se conjugan la fotografía, el arte digital y la pintura, iluminado mediante un proceso de aprendizaje y desarrollo de una vocación en la que influyeron, además, sus estudios de artes plásticas durante la infancia, su formación como ingeniero civil y más recientemente, desde hace poco más de seis años, su ejercicio de la “pixelgrafía”, como el maestro español Rafael Navarro denomina a las imágenes captadas con cámaras no analógicas, ya que se trata de una técnica en la que en vez de mediar un negativo hay un sensor que genera 47 millones de pixeles.
Los trabajos de ALombardo están evidentemente influenciados del legado de dos grandes maestros norteamericanos del Siglo XX, el pintor y cineasta Andy (Andrew) Warhol (Pittsburgh,1928 – Nueva York, 1987), el más famoso representante —y precursor— del arte pop, y de la fotógrafa Vivian Maier (Nueva York, 1926 – Chicago, 2009), una mujer socialista, feminista, crítica de cine y prestigiosa artista del lente que trascendió —luego de su muerte—por sus representaciones sobre la vida callejera y la cotidianeidad en Nueva York y Chicago atesoradas por coleccionistas.
De la producción de estas extraordinarias figuras, de las que es estudioso, el prolífico ensayista visual de la República Bolivariana de Venezuela ha estimulado su quehacer mediante la vanguardista fusión de diferentes medios para realizar sus producciones emprendida por Wahrol, tales como el dibujo a mano, la pintura, el grabado, la fotografía, la serigrafía, la escultura, el cine y la música; interés que en sus trabajos se centran, a tono con la modernidad, en el arte digital, la pintura, el dibujo y la fotografía. Tal y como el conocido pintor estadounidense, sus obras, muy a tono con el arte pop, recrean estampas generalmente populares de las que reinterpreta el contexto que le rodea, muchas veces aislándolo o combinándolo con otros elementos gráficos que favorecen la mejor interpretación de sus composiciones.
En esta última finalidad, ALombardo interviene sus imágenes con colores, generalmente cálidos —extraídos del ambiente caribeño en que vive— y, con la misma intencionalidad de la Maier, logra que sus instantáneas, en tanto producen placer espiritual, sean portadoras de disimiles evidencias de su entorno, para de tal modo provocar emoción en el espectador e instarlo a remover su conciencia y reflexionar alrededor de diversas inquietudes individuales y sociales.
Su serie alusiva a la vegetación insular y de otras regiones del mundo, amén de sus piezas relativas a variados paisajes de la capital cubana, incluyendo sus imprescindibles y atractivos “almendrones” (carros antiguos de la primera mitad del pasado siglo), y otros trabajos artísticamente manipulados con pigmentos, tanto de forma manual como mediante el uso del fotoshop alborozan la visualidad del espectador, tal logra con la aplicación de su técnica colorista sobre la foto de la parisina Torre Eiffel, a la que le atribuye tonos y matices portadores de un lenguaje sustentado en la sicología del color, intención que mueve el ejercicio plástico del artista.
Sin dudas, la producción iconográfica de ALombardo está igualmente influenciada por los estudios e investigaciones que realizó durante su formación como ingeniero civil, una profesión que exige conocimientos científicos, tecnológicos y humanistas, mientras que sus años en Cuba le han posibilitado llenarse de “la magia y el esplendor de su gente”, ha dicho.
Sus fotografías denotan destreza en la regulación del diafragma y el obturador. De la correcta conjunción de ambos obtiene admirables imágenes en las que mucho tiene que ver el control de la luz. También llaman la atención el encuadre y el preciso uso de los close-up, además de la combinación del brillo y el contraste, los cuales posteriormente enriquece con la manipulación de pigmentos que complementan e, incluso, renuevan los discursos de cada obra.
En su paciente faena, busca un punto de vista que sitúe, en concordancia con su interés artístico, todos los elementos, en una posición atractiva para el observador, estructurando los detalles percibidos a través del visor de la cámara, con el fin de impactar con sus mensajes “primarios”, ya que luego actúa sobre ellos para intensificarlos o adjudicarles otras lecturas.
En esta labor creadora, que demanda sólidos conocimientos del trabajo digital, este joven y hábil fotógrafo, pintor, dibujante y diseñador invierte “numerosas horas frente a la computadoras”, valiéndose de las novedosas técnicas que ofrece la informática, tales como la utilización de los variados programas de edición digital que le posibilitan lograr espectaculares efectos visuales. Luego de impresas, son trabajadas manualmente, para favorecer el lenguaje fotográfico y la intencionalidad artística de cada una de sus obras, las cuales nunca repite para concebirlas como “únicas”.
Inquieto amigo de Cuba y admirador de este pueblo, de padre italiano y madre venezolana, amante de su familia y amoroso progenitor de sus pequeños retoños, de los que ha hecho disimiles estudios y ensayos fotográficos, ALombardo no se apropia de las imágenes de otros, “todas son tomadas por mí y posteriormente trabajadas”, ha dicho. De ahí la valía de un arte que no solo trasciende por los valores propiamente inherentes a cada una de sus fotografías, sino por el original y rico universo de colores y formas que les atribuye a cada una de ellas.