Que en enero la derecha miamense confirmó por enésima vez sus tendencias injerencistas y deseos de desestabilizar y manipular la opinión pública respecto a la realidad cubana, no constituye un secreto para nadie. Mucho menos hacia el interior de la Isla, donde la marea de rechazo a la profanación de los bustos martianos, perpetrada por dos desafectos al proceso revolucionario ya detenidos, se consagró en el acto de repudio y desagravio a la figura del Apóstol, así como de reafirmación revolucionaria, que tuvo lugar en la Sociedad Cultural José Martí.
El evento estuvo presidido por el director de la Oficina del Programa Martiano, el doctor Eduardo Torres Cuevas, y a él se sumaron los trabajadores de la mencionada institución, del Centro de Estudios Martianos, la Sociedad Cultural José Martí y de otros centros laborales cercanos.
El intelectual y miembro del Consejo de Estado calificó de primitivos y anticulturales tales hechos, subrayando que estos actos de barbarie reflejan “no una posición contra la Revolución, sino contra Cuba”, puesto que, al “agraviar al símbolo más sagrado de nuestra Revolución”, a “la idea del bien”, al “alma de Cuba”, a quien han agredido “es al pueblo cubano”, porque Martí es el autor intelectual de dicho proceso y “habrá que referirse a él mientras exista la nación cubana”.
El Maestro, que cultivó rosas hasta para quien le arrancaba el corazón con que vivía, hubiera vislumbrado que, a la larga, este salvajismo con que hoy nos intentan lacerar será beneficioso pues, como explicó el también historiador y pedagogo, “obliga a todos los cubanos a identificarse”, a tomar partido, a defender lo propio; y si algún rasgo identifica a este pueblo y su historia es la “defensa a ultranza del derecho a ser como somos, y ese derecho nadie lo fundamentó mejor que José Martí”. Por ello, “solo quien no sea o no se sienta cubano será capaz de dar la espalda o de cometer un acto de estas características”.
A poco más de una quincena de celebrar el aniversario 167 de su natalicio, la Mayor de las Antillas puede considerarse, sin dudas, un país privilegiado; como lo es aquel que logre aclamar como bases fundacionales “a la figura, la obra y el pensamiento” del Hombre Sincero, además de la esperanza de la Cuba mejor que él legó.
Para rechazar con vehemencia tales afrentas no se necesita convocatoria alguna. Contaba una periodista presente, María Regla Figueroa Evans, que al enterarse de semejante ultraje al Maestro el señor Julio Rigoberto Ariste Valdés, un hombre de pueblo con casi tantos años como canas, se personó en su casa para comunicarle su indignación. Él, poeta y repentista autodidacta, le transmitió estos versos:
Al cubano más fecundo
de la historia nacional
lo intentaron ultrajar
ante los ojos del mundo.
El mercenario iracundo
con sangre lo mancilló
pero Martí demostró
que cuando un hombre fallece
su cuerpo desaparece
pero sus ideas, no.
Pruebas sobran para poder afirmar que “estos fascistas y derechistas que, aunque intenten manipular ahora también vía redes sociales, incentivando la violencia, se estrellarán contra la fuerza del pueblo heroico de Cuba, que inmerso en el trabajo constructivo por edificar un país con cada vez más justicia social, próspero y sostenible, es protagonista de la épica batalla económica que hoy libra la Revolución en todos los campos productivos. Los cubanos viven orgullosos de sus valores y de la tranquilidad ciudadana que caracteriza esta República», como aseveró el Dr. Vector Hernández Pardo, subdirector general de la Oficina del Programa Martiano.
No es una utopía: “vamos a seguir ganando, vamos a tener a Martí más cercano que nunca y a fortalecer su ideal, que es el ideal de Cuba”, porque “José Martí no es la sonoridad de un nombre que la historia consagró sino la razón misma, la explicación, el concepto, la idea, el sentimiento, el amor de lo que somos hoy”, refirió Torres Cuevas.