En una noche de abordaje, donde se exigía más que valor y sangre fría para manejar tensiones y sorpresas, la selección masculina cubana de voleibol naufragó ante Canadá (3-2), y perdió su más cercana y real posibilidad de anclar en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
A Vancouver, remota y espectacular ciudad del más lejano vecino del norte, arribó la joven e impetuosa selección de la Mayor de las Antillas. ¿Su misión?, torpedear el blindaje de Puerto Rico (se le superó 3-0), México (éxito 3-1) y los anfitriones.
La tarea a todas luces no tan compleja, dada la tímida jerarquía de los rivales se antojaba posible. Un puñado de partidos de fogueo en La Habana frente a selecciones como Chile y Venezuela habían demostrado lo que todo el que siga este deporte en la Isla conoce.
Nuestra formación carga dinamita al ataque, la saltabilidad, explosividad y el poderío físico de sus hombres intimida. Sin embargo todas esas virtudes no alcanzan, cuando el rival a pesar de ser inferior en algunos de los parámetros anteriores, domina otras facetas de la acción, que en duelos complicados conducen a feliz puerto.
Contra los conjuntos sudamericanos Cuba enseñó sus armas habituales. Sin embargo, Nicolás Vives su director técnico, manifestó que existían aspectos en los que era necesario mejorar.
Desafortunadamente la desconcentración, los errores no forzados, lo predecible en varias acciones y la inexperiencia a la hora de definir puntos clave volvieron a ser lastres que mucho pesaron.
Nadie puede dudar del talento de los criollos. Su contratación en varias ligas del planeta ratifica su calidad, más no garantiza el éxito cuando se reta a rivales, que además de contar con hombres curtidos para menesteres engorrosos, saben desenvolverse bajo la máxima presión.
Las medallas ganadas en varios certámenes internacionales en los últimos años, así como el subtítulo en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 demuestran que paso a paso el voleibol varonil intenta recuperar el brillo de décadas pasadas.
Aún así es necesario hurgar más en qué fallamos. En qué debemos trabajar con más ahínco. Ello sin olvidar la constante superación de nuestros cuerpos técnicos. Solo así, tal vez, el próximo reto olímpico no se hunda antes de llegar a la orilla.