Las aulas de la Universidad de La Habana lo vieron surgir en los primeros años de la década del 20 del pasado siglo. Desde ahí Julio Antonio Mella creció en la dimensión de líder por la madurez de su pensamiento político, que concebía la idea de forjar un movimiento estudiantil revolucionario, unido a los trabajadores en el combate contra los regímenes de turno y las pretensiones del imperialismo yanqui hacia Cuba.
Un punto de partida en el vínculo con el proletariado fue la lucha que libró Mella por la reforma universitaria en enero de 1923, cuando en una asamblea efectuada en el Aula Magna del alto centro docente se encontraba presente una representación de obreros tabaqueros invitados por él.
Durante ese propio año sus relaciones con el proletariado tuvieron como escenario los sistemáticos contactos con organizaciones como la Federación Obrera de La Habana, la Hermandad Ferroviaria y la Sociedad de Torcedores, lugar donde ofreció conferencias y pronunció discursos.
En esos nexos estrechó su amistad con el líder Alfredo López, a quien llamó Maestro por sus orientaciones sobre la lucha de clases.
Sin abandonar los predios universitarios puso su inteligencia e increíble capacidad de trabajo al servicio del movimiento obrero. Sería imposible esbozar el itinerario de aquel joven atlético, de palabra encendida, sin mencionar una de sus principales acciones: la creación y fundación de la Universidad Popular José Martí, el 3 de noviembre de 1923, a la que llamó “la hija querida de mis sueños” y en la cual, además de ser su máximo impulsor, impartió clases sobre Legislación Obrera, Historia y otras materias.
El ejercicio del periodismo fue también el nexo que lo vinculó con prominentes figuras obreras de pensamiento revolucionario. En una pequeña imprenta de la Sociedad de Torcedores de La Habana editaba las revistas estudiantiles Alma Máter y Juventud, para las cuales escribía artículos.
Allí precisamente conoció a Carlos Baliño, abanderado del socialismo científico en Cuba y de reconocido prestigio en las lides obreras, y quien además fue cercano colaborador del Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí.
También entabló amistad con otros combatientes sindicales como Alfredo López, máximo dirigente de la Federación Obrera de La Habana, a quién llamó Maestro por sus orientaciones sobre la necesidad de la lucha de clases.
Tales contactos le valieron al joven universitario para consolidar aún más la formación marxista y justipreciar con mayor claridad el rol del proletariado para llevar a cabo una genuina revolución social que conquistara la absoluta independencia y soberanía al derrocar a la dictadura de Gerardo Machado, al que calificó de Mussolini Tropical, durante un multitudinario mitin en La Habana, el primero de mayo de 1925.
[note note_color=»#f0f9f3″ radius=»2″] Puede leer: Julio Antonio Mella: conocerlo era creer en él [/note]Una de las primeras fábricas visitadas por Mella fue la productora de tabacos Por Larrañaga, en La Habana, lugar de tradición de luchas contra el colonialismo español.
[note note_color=»#f0f9f3″ radius=»2″] Puede leer: Hacer la revolución de los pueblos contra el dólar” en la mirada de Mella[/note]
En agosto de ese año fundó el primer Partido Comunista de Cuba y al mes siguiente encabezó las protestas obreras y estudiantiles contra la visita del buque fascista Italia, en La Habana.
Como representante de la clase obrera cubana fue recibido a bordo del mercante soviético Vátslav Voróvsky, a cuyos marinos el régimen machadista les prohibió bajar a tierra. En franco desafío, Mella viajó hasta la bahía de Cárdenas –en el occidente de la isla– y llegó a nado hasta la embarcación donde departió fraternalmente con sus tripulantes.
Sus impresiones sobre aquel histórico episodio quedaron expresadas en un artículo publicado en la revista Lucha de clases, en agosto de 1925, con el título Una tarde bajo la bandera roja.
La tenaz persecución de la dictadura lo obligó al forzoso exilio en México. Allí continuó su peregrinar revolucionario. El 10 de enero de 1929 cayó asesinado en México por sicarios a las órdenes de Machado.
La obra de Mella arraigó en el corazón de los trabajadores y los estudiantes de tal modo que ni la represión ni las amenazas pudieron sacarlo de los talleres y las aulas en generaciones posteriores.