A vivir los próximos días y horas como si triunfara la Revolución otra vez, fue la exhortación del Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez a sus compatriotas en vísperas de un nuevo año.
Los que no nos conocen quizás se sorprendan de que una pequeña nación bloqueada, que ha sufrido durante el 2019 el recrudecimiento de la agresividad estadounidense, vaya a celebrar con alegría el advenimiento del 2020.
Es que, como también expresó Díaz-Canel, la Revolución triunfa cada vez que le arrebatamos al imperio una victoria para nuestra causa, y sin duda, en medio de la adversidad, en esta etapa hemos conquistado importantes triunfos: la economía, blanco principal de los ataques del adversario, no retrocedió; la creatividad que caracteriza a los nacidos en esta tierra encontró soluciones a las dificultades y avanzamos en diversos campos.
Los que ya peinan canas recordarán que la obsesión del actual mandatario yanqui por privarnos de petróleo es una vieja táctica que se ensayó inútilmente contra Cuba en los albores del triunfo revolucionario. Quisieron dejarnos sin combustible al indicarles a las refinerías petroleras radicadas aquí que se negaran a cumplir la orden de nuestro Gobierno de refinar el petróleo adquirido en la antigua Unión Soviética. Por ese desacato dichas entidades fueron intervenidas y más tarde nacionalizadas, lo que frustró la maniobra imperialista encaminada a paralizar el país.
En estos tiempos, gobiernos soberanos y empresarios valientes han desafiado la hegemonía de Estados Unidos para comerciar con la Mayor de las Antillas y en aquel entonces contamos con el apoyo inestimable de la URSS para resistir los embates de la Casa Blanca.
De que nunca nos dejamos doblegar ante las agresiones es ejemplo otro hecho del que pronto se cumplirán 60 años. Fue la respuesta a la llamada Ley Puñal aprobada en julio de 1960 por el Gobierno estadounidense que autorizaba al presidente a determinar, para el resto de ese año, el monto de la cuota azucarera cubana, lo que provocó que las compras del dulce a Cuba se redujeran prácticamente a cero. Ello constituía un duro golpe para nuestra economía.
Ante esta medida el Consejo de Ministros, en sesión extraordinaria, aprobó la denominada popularmente Ley Escudo, que concedía poderes excepcionales al presidente de la República y al primer ministro para nacionalizar empresas de propiedad yanqui en nuestro territorio.
En una concentración convocada por la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros en Artemisa, Fidel dejó bien clara en una frase, que el pueblo hizo suya, la posición cubana. “Sin cuota, pero sin amo”.
Desde esa fecha, la Revolución se ha tenido que proteger de las sucias artimañas del poderoso vecino del Norte con muchos escudos, y el más poderoso ha sido la unidad del pueblo, que le ha permitido sortear las más duras pruebas, y siempre empeñados en seguir adelante pese al lastre del criminal bloqueo que entorpece el avance y les resta eficacia a nuestros esfuerzos.
Más recientemente los cubanos nos vimos precisados a protegernos de otra sucia maniobra del imperio: el engendro legislativo de la Helms-Burton, bien llamada Ley de la Esclavitud, a la que opusimos la Ley 80, conocida como la Ley de la Dignidad.
Mientras Estados Unidos no cesa en poner traspiés al desarrollo cubano, hipócritamente pretende demostrarle al mundo que nuestro proyecto social socialista es inviable. ¿Cómo explicar entonces que, en medio de tantas presiones y de una persecución financiera implacable, esta pequeña nación no haya dado ni un paso atrás ni aplicado las tan socorridas recetas neoliberales a las que acuden ante situaciones difíciles los regímenes autotitulados democráticos?
La resistencia es la mejor demostración de la viabilidad del socialismo, que ha sido capaz en medio de tan adversas circunstancias de convocar a todo el pueblo a un gigantesco ejercicio democrático para proyectar su futuro en una Constitución que recoge sus más sentidas aspiraciones.
Celebrar con alegría la llegada de un nuevo año de Revolución no nos exime de seguir examinándonos por dentro: “Queremos —subrayó el Presidente cubano— que el trabajo honrado y la eficiencia le ganen la guerra a las ilegalidades, al burocratismo, al acomodamiento, la inercia y la apatía”. Ese propósito deberá regir la conducta cotidiana de cada cubano.
Arribaremos al 2020 como el primer día de la Revolución, victoriosos, optimistas, sintiéndonos continuadores de quienes un Primero de Enero nos entregaron la posibilidad de construir una sociedad mejor y más justa.