En el programa revolucionario de la generación de jóvenes que en julio de 1953, luego de silenciosos y muy bien organizados preparativos, emprendió la lucha armada contra el régimen de facto instalado en Cuba, el analfabetismo figuró entre los más urgentes problemas a solucionar.
Así aparece en el alegato de Fidel Castro Ruz durante el juicio que se le siguió como líder de las acciones contra los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Para entonces, de acuerdo con el censo de población realizado ese propio año —último del período prerrevolucionario—, la nación contaba con cuatro millones 376 mil 529 habitantes, de los cuales un millón 32 mil 849 no sabían leer ni escribir.
Transcurridos poco más de cuatro años, consolidada ya la lucha insurreccional en la Sierra Maestra, la alfabetización no se dejó a un lado, sino que, en la medida en que las operaciones militares lo permitían, se enseñaban las primeras letras a los combatientes, y en las zonas liberadas se abrieron escuelas para beneficio de la población civil.
En marzo de 1959, a unos dos meses de la victoria, mediante la Resolución No 08056, el Ministerio de Educación creó la Comisión Nacional Obrera de Alfabetización y Educación Fundamental, con sus correspondientes comisiones provinciales y municipales. Al mes siguiente, durante 15 días, mil 300 maestros fueron capacitados para la alfabetización de adultos, y seguidamente en las provincias se organizaron cursos similares, aunque más breves; llegado septiembre, ya funcionaban 844 centros de alfabetización, con dos mil 832 maestros y 19 mil 75 alumnos.
Compromiso ante el mundo
El 26 de septiembre de 1960, durante una intervención ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Comandante en Jefe Fidel Castro anunció que al año siguiente Cuba erradicaría el analfabetismo, y, de regreso en el país, solicitó el apoyo de la Confederación de Trabajadores de Cuba-Revolucionaria (CTC-R) para el cumplimiento de ese compromiso.
De inmediato, la organización sindical creó la Comisión Nacional Obrera de Alfabetización, con José M. Juan Aizpurúa como coordinador, y se definieron las tareas urgentes a ejecutar por las federaciones obreras y sindicatos.
Consistían en la incorporación de cada trabajador a la Campaña de Alfabetización; convertir esta en el tema del año; revisar el censo de analfabetos; ampliar la labor alfabetizadora de los obreros; nutrir las Brigadas de Alfabetización Conrado Benítez; intensificar la propaganda, y constituir comités de alfabetización en cada centro de trabajo, explicó años atrás a esta autora el compañero Andrés Rojo Mora, uno de los dirigentes sindicales participantes en la organización de la Campaña Nacional de Alfabetización.
A Rojo Mora correspondió representar a la CTC-R en los 43 barrios de la capital, donde se ocupó de las finanzas en el Consejo Municipal de Educación y su Comisión de Alfabetización.
Era propósito del movimiento sindical en la capital que la Campaña resultara lo menos costosa al Gobierno Revolucionario. Eso se logró mediante la venta de bonos, jabas, calcomanías, sellos y otros objetos alegóricos, lo cual permitió la recaudación de cien mil pesos, incluidos los aportes personales de los trabajadores.
Surge el QTATA
Durante una intervención especial en la Plenaria Nacional de la CTC-R celebrada del 14 al 16 de julio de 1961, el ministro de Educación, Armando Hart Dávalos, solicitó al movimiento sindical el apadrinamiento de los barrios o zonas y organizar en ellos la alfabetización.
En esa misma ocasión, Raúl Ferrer, de la dirección nacional de la Campaña, informó que hasta ese momento en el país habían sido censados 684 mil 19 analfabetos, de los cuales 418 mil 211 se encontraban alfabetizados ya. Y llamó a intensificar la labor de búsqueda para garantizar lo que se dio en llamar QTATA: «Que Todo Analfabeto Tenga Alfabetizador»; «Que Todo Alfabetizador Tenga Analfabeto». En consecuencia, gracias la intensa y popular labor de búsqueda, en la cual estuvo involucrado el movimiento sindical, se pudo precisar la existencia de 979 mil 207 analfabetos adultos en todo el país.
Respuesta obrera al llamado de Fidel
El 18 de agosto de 1961, al intervenir en la Plenaria Nacional Obrera de Alfabetización, Fidel explicó la necesidad de recurrir a los trabajadores, hasta entonces mantenidos como reserva, porque «(…) movilizando a la clase obrera le damos ya a la Campaña el aporte final que necesita (…)». En respuesta, 15 mil obreros se sumaron a la noble tarea, organizados en las Brigadas Obreras de Alfabetización Patria o Muerte, bajo la dirección de Orencio Batista.
La alfabetización se efectuó con el apoyo general de la población, en especial de los trabajadores, entre los cuales se destacó su líder, Lázaro Peña González. En ella participaron más de 300 mil personas, entre dirigentes, colaboradores y alfabetizadores, y contó con el decisivo quehacer del movimiento sindical, que realizó importantes aportes económicos y materiales, incluidos los profesores y maestros, proporcionó los alfabetizadores, y a los analfabetos existentes en los centros de trabajo.
Esfuerzo compartido
En la gigantesca empresa, cuyo resultado fue que en menos de un año 707 mil cubanos aprendieron a leer y a escribir, y marcó, además, el inicio de una gran revolución cultural en la Isla, compartieron su esfuerzo 268 mil alfabetizadores, entre ellos 34 mil maestros, amas de casa, jubilados, estudiantes y trabajadores, e incluso amigos solidarios de Argentina, Bolivia, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Haití, Italia, Perú y Venezuela.
Solo 271 mil no pudieron ser alfabetizados, por problemas del idioma -25 mil haitianos residentes en las entonces provincias de Oriente y Camagüey-, impedimentos físicos y mentales, avanzada edad o deficiente salud, para un 3,9 por ciento de analfabetos entre los 6 millones 933 mil 253 habitantes con que contaba la nación en 1961.
El asesinato de Delfín Sen Cedré
Pero aquel crimen, como otros perpetrados por la contrarrevolución pagada por el imperialismo yanqui, no atemorizó a quienes en los llanos y montañas de todo el país estaban decididos a extirpar de raíz el flagelo de la ignorancia, para hacer de Cuba el primer territorio libre de analfabetismo en el continente americano.