Un grito de angustia perpetuo escolta al Combinado Deportivo Fe del Valle, en La Habana del Este. Allí la desidia y el olvido anidaron para dar alas a lo absurdo. Entre tanta indolencia los ojos cansados de un hombre repasan el insoportable paisaje lanzando centellas de inconformidad.
Su rostro, colmado de matices reflexivos, se contrae tras lo inesperado de nuestra llegada. Luego de cierta esgrima verbal por los posibles “jalones de oreja” ejecuta un resoplo de valor, y espeta. “¡Sí, soy el director y me llamo Pedro Arrieta!”.
La travesía por la instalación hace tambalear el espíritu más optimista. Ha quedado huérfana de luz y alegría. “Es imposible controlar el deterioro. En el año y pocos meses que llevo en el cargo hemos recibido varias visitas. Todas aprecian lo mismo. El que no lo ve es porque no quiere”, asegura, en tanto sus gestos corporales delatan un fastidio mayúsculo.
Un llamado de atención a jóvenes que maltratan una pared recién pintada le garantiza la pólvora necesaria para disparar nuevamente. “Los pintores se quejan del daño que sufrió su trabajo. ¿Qué hacer? Aunque haga una entrega exacta al custodio, cuando cae la noche cualquier cosa puede suceder. Esto es una boca de lobo. Al que cuida le es imposible cubrir con seguridad el área. Gracias a la gestión de una delegada obtuvimos un bombillo, pero no alcanza.
“Cuando el vigilante se mueve le ‘mudan’ lo que protege acá. Eso sin olvidar que en los dogouts de béisbol dormían personas. Si las sacabas, al poco rato te encontrabas otra. Una vez una inspección señaló a dos individuos que portaban botellas de ron dentro del centro. Les requirió y contestaron que esto era una calle.
“En ocasiones a los serenos les han caído a pedradas. Se llama a la policía y es complicado poner orden, sobre todo en la oscuridad, donde te pueden lastimar con cualquier objeto. La falta de cerca perimetral golpea demasiado. Esto está abierto siempre. Es imposible de controlar”.
Mientras señala las evidentes huellas de la impunidad en las canchas de baloncesto, sostiene que las indisciplinas son habituales, inclusive en el horario diurno y en medio de las clases. “Los muchachos de la calle interrumpen, ya sea con bicicletas, gritos, u otra cosa. Algunos adultos han tomado como pasaje el terreno de pelota y estorban las prácticas. Cualquier día provocan un accidente. He tenido que realizar guardias de noche para vigilar la piscina. Los inescrupulosos pueden hacer de las suyas en un espacio utilizado por los niños. Ahí se encontraron restos de pitillos de marihuana, ¿increíble, verdad?”.
La estrechez económica frena y lastima, sin embargo, ¿toda la culpa recae sobre ella? “El pasado año se nos entregó más de 1 millón de pesos para el mantenimiento. Al final todo quedó en arreglos pequeños ante el impedimento de pactar con una empresa capaz de ejecutar las obras. El centro tiene mil metros lineales. Sería costoso reparar el deterioro reciente. Se imaginan si hubiera que demoler y levantar zonas que se ejecutaron sin el rigor necesario”, afirmó con evidente preocupación.
“Siempre recuerdo que esta es la instalación deportiva más importante de La Habana del Este. Es una Eide chiquita: dos piscinas, se practica lucha, pesas, voleibol, béisbol, polo acuático, kárate, atletismo, voleibol de playa y ajedrez. Recibimos a los estudiantes de dos escuelas primarias y una secundaria. También tenemos matrícula de Casablanca, pues les resulta más fácil venir acá que trasladarse a Regla”.
Reveló que a pesar de las tormentas cuentan con los ánimos y el sistema para su labor. “Disponemos de cuatro profesores de Cultura Física y 15 especializados, y nos enorgullecemos de nuestro programa Educa a tu Hijo, el mejor del municipio”.
Defiende Arrieta la rutina del esfuerzo y la pasión por el trabajo. Es parte inseparable de su patrimonio. “Me crie en el deporte. Lo adoro. No me molesta el sacrificio. Vivo lejos y no me quejo. Llego a las siete y media de la mañana, y regreso a casa alrededor de las ocho de la noche. Puedo batallar con las contradicciones y el debate, pero me incomoda lo que estamos padeciendo”.
Lo que un día fue ¿será otra vez?
Recorrer lo que queda de la cerca perimetral de la emblemática instalación atlética se asemeja a las ruinas de unas murallas. Las huellas del deterioro y el quehacer inescrupuloso de los “amigos” de lo ajeno, verdaderos “artistas” a la hora de sustraer los bloques, esbozan un triste retrato impresionista.
Liana Arbona, vecina de los contornos, lleva más de medio siglo siendo testigo de las luces y sombras del lugar. “Esto fue una joya. Hay demasiada suciedad e indisciplinas sociales. En innumerables ocasiones nos hemos quejado por la oscuridad y el peligro que representa. En el Poder Popular nos dicen que tramitan, que se discute el tema, mas de soluciones nada. Se precisa mayor orden. Nunca se ve a un policía. He escuchado sobre arrebatos de teléfonos celulares e intentos de asaltos. No permito que mi nieto se aventure por acá de noche…”.
La indolencia se hizo mayor y robusta en el Combinado Deportivo Fe del Valle. Como hijo de días turbulentos, precisará del concurso de muchas conciencias responsables para que su grito de angustia no tenga eco en la eternidad.