Silencio. Dolor profundo. Banderas a media asta. Orgullo. Es 7 de diciembre de 1989, jueves, y puede escucharse el sonido del viento. Aquíy allá hay gente que llora. Abrazos. Frases de aliento. Silencio. Una mujer ya anciana, una madre, dice entre sollozos: lo trajeron para que descanse entre los suyos; aquí tengo su última foto. Y se aprieta contra el pecho la imagen de un hombre que sonríe, que saluda con la mano. Los niños hacen fila, adustos, silenciosos. Ven pasar el cortejo fúnebre, las urnas cubiertas con banderas. Lanzan flores.
Es 7 de diciembre de 1989: Cuba recibe los restos mortales de los que ofrendaron su vida en otras tierras, luchando por el sueño común de libertad. Gente valerosa, soldados de la esperanza. Hombres generosos. (Tan generosos como los que un día vinieron a esta tierra y la regaron con su sangre). Mártires…
De oriente a occidente, en toda la Isla, en las ciudades y en los pequeños poblados, en llanuras y montañas, un pueblo entero les rinde tributo. No es último homenaje, no puede serlo: ellos murieron por un ideal, por un sueño de justicia, y los sueños y los ideales son la sustancia misma de lo eterno. “Ellos murieron luchando por la dignidad y la libertad de todos los hombres” –dice Fidel en El Cacahual. “Ellos murieron por la patria revolucionaria y digna que es hoy Cuba. ¡Sabremos ser capaces de seguir su ejemplo!”
7 de diciembre de 1989: cae la tarde, todavía se escucha el eco de las salvas. El dolor y el orgullo. Una lágrima todavía, siempre. Un recuerdo. La madre aprieta la foto contra el pecho. Es silencio.
seguiremos su ejemplo de lucha ,nuestros cros caidos en angola nunca seran olvidados.