Por Jorge Rivas Rodríguez
El destacado dramaturgo cubano Eugenio Hernández Espinosa (La Habana, 15 de noviembre de 1936), Premio Nacional de Teatro 2005 y director de la compañía Teatro Caribeño de Cuba, será homenajeado por la Central de Trabajadores de Cuba y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, durante un espectáculo organizado por el Museo de los Trabajadores Palacio de los Torcedores el venidero viernes 6 de diciembre.
El encuentro está previsto por el cumpleaños 83 del autor de ese clásico del teatro cubano que es María Antonia, así como por ser la figura a la que le será dedicada la próxima Feria Internacional del Libro, cita durante la cual se presentarán varios títulos sobre su dramaturgia, recreada en la idiosincrasia insular y los valores más trascendentales de nuestra cultura, cuyas raíces se encuentran ancladas en el legado de los negros traídos aquí como esclavos desde el África, que vinieron a fundirse con la herencia del blanco español, para finalmente conformar sólidas cimientes de cubanía.
Hernández Espinosa ha fundado su obra de toda la vida en asuntos estrechamente relacionados con la cultura cubana, para trascender su producción dramática y sobresalir también como director artístico, escritor y por sus vínculos con el cine y la televisión, principalmente como guionista, al tiempo que ha dejado su huella en el trabajo docente siendo profesor de actuación y dirección en el Instituto Superior de Arte y en los talleres de guion en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.
Con 22 obras publicadas y decenas de representaciones escénicas de sus textos en varias latitudes del mundo, El Negro Grande del Teatro Cubano —como lo bautizó el también dramaturgo y director artístico Alberto Curbelo— se siente satisfecho por su legado a la cultura cubana. Para él, tal producción si “no es un récord, tal vez sea un buen average. ¿No crees?”.
Para este Artista Emérito de la Uneac e Hijo Ilustre de La Habana, “el momento actual exige una transformación de orden espiritual y moral. Mientras nos asalte el temor, la duda de afrontar nuestra realidad, no cambiaremos nuestra mentalidad. Corremos el riesgo de estancarnos y caer en la encrucijada del inexorable e implacable tiempo. La indiferencia y el cinismo en el mundo contemporáneo amenaza, con sus neoverdugos asalariados, con cercenar culturas, tradiciones, costumbres”.