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Jaque Mate al estuario de Kogo

Blancas: Estuario de Kog

Negras: Ernesto Vidal González

La partida de ajedrez va a comenzar.  No hay tablero por medio. Sólo 12 meses en uno de los rincones de Guinea Ecuatorial más alucinantes, el distrito de Kogo. Tampoco hay piezas clásicas. Ni torres, caballos, alfiles, damas o peones entrarán en acción.

 

Ernesto realiza exámen físico a una paciente con hemorragia interna en Ebibeyin. Foto: Joel García

Sí, se trata del juego ciencia, pero en busca de un jaque mate distinto. ¿Se inclinarán las enfermedades ante el galeno antillano como cuando cae el rey en las 64 casillas? ¿La defensa Siciliana podrá contrarrestar la agresividad a la hora de salvar vidas que el cubano impone desde la misma apertura, 22 febrero del 2000? Aquí no habrá conclusiones adelantadas. ¡Disfrute la partida!

La profusión de mosquitos obedece a la naturaleza del lugar. Litoral, cabeza de la desembocadura del río Muni y rodeado de selvas. Aquí puede admirarse cualquier especie del bosque e incluso contraer tripanosomiasis, la famosa enfermedad del sueño que trasmite la mosca TseTse.

El acceso al pueblo principal de los casi 42 poblados es a través de cayucos de madera, muchos de los cuales no ofrecen condiciones mínimas de seguridad para una travesía no menor de un kilómetro.  El médico de la familia tunero llegó de noche a Kogo.

Entonces no vio el peligro de los puentes semidestruidos ni los enormes huecos de la maltrecha carretera.  Dos días después espantó a la muerte por vez primera. Una niña de dos años ingresada por bronconeumonía en el hospital distrital -luego de casi una semana en la curandería- se complicó con severas faltas de aire y anemia de dos gramos de hemoglobina.

Ernesto la examinó y le cambió el tratamiento.  Mandó a poner urgente dos transfusiones de sangre y la tuvo en «mi terapia intensiva (aquí no existe ese servicio), que consistía en visitas cada dos horas para chequearla. Así estuve 48 horas hasta que mejoró y se recuperó».  Aunque reconoce que le ha chocado no poder atender pacientes por falta de dinero, «algo incomprensible para nuestra mentalidad y que respetamos por la idiosincrasia del país». Es mucha la satisfacción que siente cuando van a su casa para regalarle yuca en barra o pescado fresco como agradecimiento a la atención, el buen trato y las vidas curadas.

Aquella joven de 20 años no creyó que era severa la infección diagnosticada por los médicos cubanos después del parto. Pidió el alta para concluir su cura en la medicina tradicional. El agua hirviendo vertida sobre el vientre para sacar los espíritus malos la soportó solo una vez.  Entonces la vuelta al hospital fue por dos causas: quemaduras de segundo grado en el abdomen y la región lumbar así como la referida infección.

Ernesto recibió el caso y procedió a quitarle de inmediato lacapa superficial de las partes quemadas. «Le puse soluciones antisépticas y los antibióticos que pudo comprar, pues todo cuesta y cuesta caro. A la semana se notó la mejoría y la muchacha esta vez no salió del hospital hasta la recuperación total».  Pero el tunero ha hecho muchas más cosas en Kogo.

Su experiencia de profesor instructor en el policlínico docente Piti Fajardo la trasladó a un curso de cuatro meses sobre anatomía, fisiología, nociones de higiene, procederes de enfermería y educación sanitaria con el personal nativo del centro hospitalario. «Lo dimos tres veces a lasemana e incluimos prácticas en las salas, lo que jamás se había hecho y sirvió para mejorar la atención a los pacientes».

Además de lo anterior, participó en la organización de la convocatoria para nuevos auxiliares de enfermería, en la que se seleccionaron 15 jóvenes de los 40 presentados. «Ellos también pasaron un curso diseñado por nosotros y por juventud e inteligencia deben dar el vuelco imprescindible en los servicios sanitarios de esta región».

La tranquilidad del estuario y la belleza natural motivaron largas cartas y muchas fotos para la familia. «Nadie podía creer que existiera un lugar tan apartado y al mismo tiempo tan bonito. Por más que lo describía sólo se convencieron cuando lo vieron en las fotografías».

La costumbre de marcar todos los días en el almanaque el tiempo que pasaba asegura que la mantendrá hasta la fecha de partida. Entre las miles de formas que ha buscado para burlar el aburrimiento destacan escuchar música cubana, leer los libros que el centro cultural del distrito le facilita y jugar solo ajedrez frente al estuario.

«Conseguí hasta un libro donde enseñaban aperturas, defensas y podía repasar partidas mundialmente famosas de los torneos de ajedrez. Soy fanático al deporte y lo que más siento es no haber podido ver nada de los Juegos Olímpicos de Sydney», afirmó Ernesto.

Sin embargo, ese día lo vi más optimista y cambiado cuando le comenté el triunfo de Santiago de Cuba por tercera vez consecutiva en la pelota.  Me pidió dos últimas cosas. La primera, que llamara por teléfono a su hija ILieth de 12 años y su esposa Elizabet cuando llegara a Cuba y les comunicara su excelente estado físico de ánimo.

La segunda, que reportara cómo le ha ganado el match diario de ajedrez al estuario de Kogo (la entrevista sucedió a la orilla de este).  Ambas ya fueron cumplidas, pues ese día las blancas se rindieron y ganaron las negras. Perfecto jaque mate de Ernesto, de la medicina cubana, en Guinea Ecuatorial.

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