A la afición por lo general solo le contentan los resultados. En la mayoría de las ocasiones son irrebatibles. Con algunas dosis de polémica y argumentos especializados, pues a veces una derrota o victoria esconden aristas de cuidado, lo cierto es que en innumerables ocasiones los resultados demuestran porque camino se marcha.
Realizamos esta introducción a propósito de un fruto que además de afincarse con dolor en nuestro orgullo deportivo, confirmó la perorata anterior: nuestra selección femenina de baloncesto parece estar perdida en la melancolía de su glorioso pasado. La última cicatriz le llegó en el Preolímpico Mundial de América, celebrado en Canadá.
En suelo norteño las caribeñas archivaron un triunfo (Dominicana) y par de reveses (Canadá y Puerto Rico) ratificando que el esfuerzo y la pasión no son combustible suficientes para aspirar a metas superiores.
A ratos el grupo luce afiebrado. Tal vez se impone cambiar determinadas rutinas que ayer reportaban dividendos, pero que en la actualidad no alcanzan. No avanzar podría minar la ambición deportiva y hundirnos más en ese peligroso limbo que escuda en los duros tiempos que visitan a varias disciplinas en casa.
Urge con paciencia de artesanos robustecer las categorías inferiores y la captación de talentos. Mejorar los calendarios nacionales y captar atletas que en su momento abandonaron el país, y hoy desean regresar y defender los colores patrios.
Varias son las alternativas que podrían implantar las autoridades pertinentes en su afán de levantar a un deporte que siempre se hizo respetar a base de buen juego y resultados.