A partir de este martes 5 comenzaron los festejos por los 500 años de La Habana. Lo hicieron con la inauguración, a las 9:00 de la noche, de la entrada de la Plaza de Armas de conjunto con el Sistema de Fortificaciones Morro-Cabaña.
“La Plaza de Armas cuenta ya con una iluminación totalmente restaurada, así como los edificios que en ella están: El Palacio del Segundo Cabo, el Castillo de la Real Fuerza, el Palacio de los Capitanes Generales”, había anunciado en reciente conferencia de prensa la directora de inversiones de la Oficina del Historiador de La Habana, Johanna Aedo Gutiérrez.
Y anoche pudo constatarse con creces – que en este caso es decir con el corazón trotando apurado ante tantas claridades-, el impacto de la restauración de luces en esa geografía capitalina. Quien contemplara desde el mar o las alturas esa añeja porción de ciudad, podría pensar que le había nacido una multitud de luciérnagas por tanta luz entre piedras, adoquines e historia.
Uno de los más grandes hacedores de estas restauraciones, Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, luego de declararse muy feliz con lo hecho, había precisado durante el encuentro con la prensa, que lo acontecido anoche y todas las obras por inaugurar era “el trabajo de muchos”: de los arquitectos, ingenieros, técnicos y restauradores de la Oficina que dirige, y también de entidades estatales y cooperativas, de instituciones culturales y de la propia comunidad, según recogió el sitio web de Habana Radio.
Comenzaron con luces las celebraciones y con luces terminarán porque el propio día del aniversario 500, el 16 de noviembre, se iluminarán la cúpula dorada del Capitolio y la linterna que lo corona. Con antelación, ese sábado habrán quedado inauguradas en el ala sur de la magna edificación, la sala de los símbolos patrios, la de las constituciones y la monográfica, donde se cuenta la historia de esa construcción.
Esa medianoche única se alumbrará con una descarga de fuegos artificiales a lo largo del Malecón, que abrazará también desde la luz el medio siglo de una Habana que no termina, como dijera Leal.