La vida revolucionaria de Antonio López Fernández, Ñico, constituye una emocionante historia caracterizada por la total entrega a la causa que abrazó desde la adolescencia.
Ante el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 manifestó su oposición al régimen de facto. Tras la muerte de Chibás, en el Partido Ortodoxo surgieron dos corrientes: una abogaba por la vía electoral, en tanto la otra, conformada básicamente por los más jóvenes, defendía la insurreccional. Ñico se encontraba en estos últimos.
El 1.o de mayo de ese año, militantes ortodoxos acudieron ante la tumba del joven trabajador del transporte Carlos Rodríguez, asesinado durante una manifestación obrera. Allí se conocieron Fidel Castro Ruz y Abel Santamaría Cuadrado. A partir de entonces un grupo se jóvenes opuestos a la tiranía, entre ellos Ñico, se nucleó alrededor del primero en el movimiento revolucionario que protagonizó las acciones del 26 de julio de 1953 contra los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Convincente orador
El 14 de agosto de ese año partió Ñico al exilio en Guatemala, junto con tres asaltantes. Allí entablaron amistad con el médico argentino Ernesto Guevara de la Serna, a quien comenzaron a llamar Che. En enero del siguiente año, Ñico organizó un acto para conmemorar el aniversario 101 del natalicio de José Martí. Che estuvo presente y años más tarde escribió:
“Cuando oía a los cubanos hacer afirmaciones grandilocuentes con una absoluta serenidad me sentía chiquitico. (…) Ñico dejaba su alma en el micrófono y por eso entusiasmaba hasta a un escéptico como yo”.
Valoración de Fidel
En la noche del 29 de febrero de 1956, el Consejo Director del PPC-O se reunió para analizar si se sumaba o no a un diálogo cívico convocado por la Sociedad de Amigos de la República. Un grupo de jóvenes reunido en las afueras desencadenó una reyerta que fue disuelta por la Policía, tras lo cual Ñico manifestó que si bien el Movimiento Revolucionario 26 de Julio no estaba de acuerdo con esas conversaciones, tampoco lo estaba con lo sucedido.
Su explicación no fue aceptada y el 4 de marzo la revista Bohemia publicó que el Consejo Director del PPC-O exigía una condena por parte de Fidel quien se encontraba en México. Esta la publicó el propio órgano de prensa a la semana siguiente bajo el título La condenación que se nos pide, donde Fidel señaló no estar obligado a dar explicaciones sobre hechos en los cuales no le cabía responsabilidad alguna, y con respecto a Ñico, precisó:
“(…) ¿qué derecho tienen esos dirigentes —los que lo crean— a suponer que lo ocurrido obedeció a una consigna de nuestro Movimiento y no merecerles por otra parte la menor consideración la palabra de un compañero abnegado y valioso que luchó en Bayamo el 26 de Julio, que pasó dos años de exilio en México donde se le vio dormir en parques en pleno invierno y desmayar de hambre por no alargar la mano para mendigar limosnas de los exiliados ricos, que en Cuba ha estado a la vanguardia de todas las manifestaciones callejeras y protestas cívicas, sufriendo golpes y persecuciones casi a diario, que dedica las madrugadas a trabajar rudamente en el Mercado de La Habana para sostener a su familia y a su padre que yace inválido en un Hospital por grave enfermedad, y de día trabaja sin descanso por su patria, que es un ejemplo vivo de todos los idealismos y todos los sacrificios y tiene, por tanto, en un Partido donde se respete el mérito verdadero, más derecho a hablar y a que se le escuche y a que se le crea, que muchos de los que allí creen cumplir sus deberes para con Cuba reuniéndose una vez al mes para emitir unas declaraciones intrascendentes dedicando el resto del tiempo a sus negocios, a sus profesiones y a sus más particulares intereses? (…)”.