Mi barrio, bullanguero y alegre como los de casi todo el país, vivió jornadas de euforia este fin de semana. Desde hace mucho tiempo no se escuchaban los gritos beisboleros que retumbaron en mi cuadra el sábado y domingo, como en otros muchos sitios de la geografía de la provincia de Santiago de Cuba, al calor de pisa y corre, bolas y strike protagonizados por el equipo local y el de Camagüey, en el estadio Guillermón Moncada de esta indómita ciudad.
En los últimos tiempos mi comunidad hablaba más de fútbol que de pelota, nuestro pasatiempo nacional. Pero de un tiempo a la fecha, con singular paroxismo en las últimas 48 horas, la algarabía de los vecinos, grandes y pequeños, pasó del ¡gol! al ¡bravo!.
La magia la hizo posible la novena santiaguera, que poco a poco avanzó en la tabla de posiciones de la 59 Serie Nacional de Béisbol para ocupar hoy, vaya contentura, el primer lugar.
Por momentos parece que el tiempo vuelve atrás y los de aquí evocan aquellos años de lujo cuando el equipo de Santiago de Cuba se ganó el epíteto de La Aplanadora de la pelota cubana.
Después de mucho llover, y tras un largo marasmo, los santiagueros se inspiran y retoman lugares cimeros. Los jugadores no son los mismos, como tampoco los momentos, es este un equipo joven, con figuras que despuntan, y renuevan el espíritu de triunfo deportivo que prima en la llamada tierra caliente.
Vuelve el “Guillermón” a repletar sus gradas, otra vez se habla de pelota en la parada, el centro laboral, la escuela, el parque…otra vez los niños inventan los implementos, improvisan las bases, el montículo del lanzador y juega al béisbol, lo disfrutan, abonan el camino para que a futuro no se apague la alegría por ver ganar al equipo local.
Sin dudas Las Avispas, con su remondada, con su regreso a los planos estelares, hacen renacer la pasión por nuestro pasatiempo nacional. Y en mi barrio, como en tantos otros, hay nuevamente gritos beisboleros.