La necesidad de explorar nuevas formas de organización de negocios que conecten a la academia con la producción de bienes y servicios fue el consenso que arrojó el Seminario De la Universidad a la Empresa, Spin-off, que tuvo lugar este viernes en el Hotel Nacional de Cuba.
El alargamiento del ciclo desde la investigación a la comercialización y la escalada de los costos, obliga a dar tanta importancia al factor organizacional en la ciencia como a la propia innovación tecnológica, sostuvo el doctor Agustín Lage Dávila, asesor del presidente del grupo empresarial cubano Biocubafarma.
Al intervenir en el encuentro promovido por la embajada del Reino de Bélgica, la Cámara de Comercio y el Ministerio de Educación Superior de Cuba, Lage Dávila explicó los principales cambios en la investigación biotecnológica desde los años 90 hasta la actualidad, al existir crecientes barreras regulatorias, inserción de las grandes industrias farmacéuticas disfuncionalidad del sistema de patentes para abarcar la complejidad de las soluciones científicas.
También la evolución de la gestión universitaria ha dado un salto para incluir entre la investigación académica y la alianza con la industria otras variantes como la creación en su ámbito de las llamadas spin off para desarrollar ideas novedosas y también empresas que garanticen financiamientos mediante el acceso al mercado de capitales, sostuvo el científico.
Como propuesta, Lage Dávila planteó un tránsito de la colaboración académica a la econónima, así como conecta el sistema negociador de la industria con el universitario e identificar conexiones internacionales con agencias gubernamentales, grandes empresas, bancos y agencias de capital de riesgo.
Entre las experiencias cubanas que los participantes intercambiaron con representantes de firmas exitosas nacidas en las Universidades belgas desde los años 70 del pasado siglo, sobresalió la Incubadora de innovación y emprendimiento (InCuba) que funciona en la Universidad de La Habana, el cual en cuatro años ha promovido en cinco rondas más de 30 proyectos con ideas innovadoras para crear diversos emprendimientos.
El doctor Gilberto Quevedo Sotolongo, de la Universidad Central de Las Villas, expuso por su parte la propuesta ya casi a punto de una de las primeras empresas de interfaz cubana que permitirá un puente entre la academia y la producción y los servicios, otra de las posibilidades que abrirá la política para parques científicos tecnológicos en el país.
Al respecto, el doctor Mitchell Valdés Sosa, del Centro de Neurociencias de Cuba, apuntó que, ante la inminente aprobación de la legislación para concretar esa política, es posible esperar en los próximos años el surgimiento de diversas empresas o spin-off de éxito en las universidades del país.
Entre los ejemplos belgas presentados en el encuentro resaltó el de la spin-off Ion Beam Applications (IBA), que nació en 1986 a partir de la idea de siete ingenieros de la Universidad de Lobaina, y hoy cuenta con más de mil 400 empleados en varios países del mundo, incluyendo la colaboración con Cuba en el campo de los suministros médicos.
Cuba al igual que Bélgica son países de innovación y ciencia, destacó en las palabras inaugurales del Seminario la embajadora de ese país en La Habana, señora Jehanne Roccas, quien hizo referencia a los más de 20 años de cooperación académica entre ambas naciones, y la importancia de intercambiar sobre una idea de tanta actualidad como las spin-off en el contexto de las transformaciones que vive la economía cubana.
Alicia Alonso Becerra, viceministra de Educación Superior en Cuba, enfatizó por su parte que es un objetivo estratégico incentivar el impacto de las universidades y de los centros de investigación en el desarrollo económico del país, y anunció que este año deben comenzar a trabajar los parques científicos y tecnológicos de las universidades de Ciencias Informáticas y de Matanzas.
Las spin-off son empresas creadas en los centros de investigación y universidades por los propios investigadores a partir de una idea novedosa y la alianza con fondos públicos o privados, para transformar los resultados y conocimientos de la investigación científica en productos y tecnologías de alto valor añadido, lo cual beneficia a esas instituciones académicas, a sus laboratorios y empleados, e incide en una mayor competitividad y crecimiento de la economía.