En 1951 el escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez escribió: “El inmortal Pérez Prado puso al mundo patas arriba, desalojó a todos los ritmos del planeta, por eso, es uno de mis ídolos más antiguos y tenaces…”
La afirmación del autor de Cien años de soledad describía la sagacidad musical del denominado Rey del mambo, uno de los grandes del pentagrama cubano, latinoamericano e internacional, fallecido el 14 de septiembre de 1989 en Ciudad de México.
Fue precisamente en la nación azteca donde a finales de los años 40 y principio de los 50 conquistó la cúspide de su celebridad, con un ritmo cuya sonoridad puso en movimiento a toda una generación de bailadores y logró éxitos al ocupar espacio en filmes de la época, con las actuaciones de bailarinas de primera línea como Ninón Sevilla, “la diosa rumbera”, entre otras de renombre.
Pianista, compositor y director de orquesta, Dámaso Pérez Prado inició su carrera artística en la provincia cubana de Matanzas y llegó a La Habana en busca de nuevos horizontes e integró varias orquestas populares.
Ideas renovadoras daban vueltas en su pensamiento a partir de fusionar elementos del jazz y la rumba, que le proporcionaron un sello distintivo a la agrupación que creó en México. Estudiosos de su obra señalan que sus interpretaciones estaban sobre la base de saxofones, trompetas, trombón, teclados y percusión, que proporcionaron una sonoridad mayor.
El mundo de la discografía acaparó excelentes grabaciones de su orquesta. Proliferaron números como Patricia, Norma la de Guadalajara, Mambo Universitario, Cerezo rosa, La chula linda, El ruletero, Caballo negro, Mambo número 5, ¡Qué rico mambo!, El taconazo, Pachuco bailarín y muchos otros temas que hoy constituyen clásicos.
Por si fuera poco, allí y en otros escenarios latinoamericanos lo acompañó como cantante el sonero y compatriota Benny Moré —el Bárbaro del ritmo— cuya voz quedó grabada en interpretaciones como Pachito eché, La múcura, María Cristina, Rabo y oreja, por sólo citar algunas.
A su paso por Estados Unidos, prominentes personalidades de la música de ese país como Stan Kenton, Dizzy Gillespie y Artie Shaw, se interesaron por conocerlo y saludarlo personalmente.
Tan colosal fue la obra de Pérez Prado que Igor Stravinski compositor y director de orquesta ruso, lo reconoció como genio de la música.
El mambo ha trascendido en el tiempo. Es poco cuanto se diga sobre el monarca del vibrante ritmo que sentó pautas para otras sonoridades que hoy se escuchan entre los salseros cubanos cuando exclaman ¡Dale mambo! Por eso y mucho más integra lo mejor del patrimonio musical de esta Isla y por qué no, del mundo.