Cuántas hazañas, anécdotas, y actos cargados de heroísmo podrían mencionarse acerca del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque a una década de su partida física, de sus años de juventud, en la intensidad de la guerra y luego del triunfo revolucionario de 1959, de su huella musical y poética, de cómo se empinó desde la humildad de un simple constructor hasta la cúspide del cariño de su pueblo.Sabemos lo difícil del empeño, porque se convirtió en leyenda y esta alberga el riesgo de la hipérbole y la subjetividad exagerada, aun a sabiendas de que Almeida fue eso y mucho más.
Así lo expresó de mil maneras este miércoles el pueblo que le rindió tributo porque en medio de una infernal y adversa balacera fue capaz de sellar la que es quizás de las más admirables frases en los ya muchos años de lucha de nuestro pueblo: “Aquí no se rinde nadie…” y una palabrota muy bien conocida por cada hijo de esta tierra y que pocas veces tuvo mejor cobija que el cañaveral que en ese momento le servía de inútil refugio.
Fue el Juan humilde que se sabía Comandante por nunca haber incumplido una orden de Fidel, y orgulloso por nunca haber llegado segundo a un combate o haberse marchado primero en la batalla. Fue eso y mucho más, una obra bella, sin dudas entre las más bellas de esa tremenda gesta que se llama Revolución.
Las palabras de Alpidio Alonso, Ministro de Cultura, para iniciar el sobrio espectáculo: “Defendió principios de justicia para cualquier época”, “Con Almeida puede contarse siempre”, “Amigo y jefe; “No pedía lo que no fuera capaz de hacer”, “Que su rica personalidad no se quede en el olvido”, “Hombres como Almeida enseñan cómo debe vivir y morir un revolucionario cubano”.
Así dijo el orador, quien también recordó palabras de Raúl, el General de Ejército de los cubanos y compañero y amigo de Almeida desde el lejano 1953. “Almeida es lo más parecido al Titán de Bronce que he visto en mi vida de revolucionario”.
Con la presencia del presidente cubano Miguel Díaz Canel Bermúdez, y otros dirigentes, tuvo lugar la gala cultural en el teatro Karl Marx, de la capital habanera, para rendir homenaje al héroe del Moncada, del Granma, de la Sierra y de casi 50 años de esfuerzo y dedicación tras el triunfo revolucionario de 1959.
Varias de sus más de 300 composiciones musicales, quizás las más emblemáticas, se dejaron escuchar acompasadas por los acordes de la Sinfónica Nacional. Entonces una vez más llegaron a nosotros sus versos a Santiago de Cuba y el Coro hermoso de Digna Guerra interpretó el homenaje de Almeida a Miguelito Cuní y su famoso “Dame un Traguito”.
También Juan Guillermo, su hijo cantante; y Niurka González; y en las manos de Frank Fernández la antología de La Lupe; y la joven Yulaisy Miranda; la veteranía de Beatriz Márquez, la cubanía africana de Los Papines y la voz culta y elocuente de Bárbara Llanes con ese día glorioso de enero. Su música, su arte, su obra, la del Juan humilde nos llenó a todos.