¿Quién tiene la culpa de que arda la Amazonía, llamada por muchos el Pulmón de la Tierra?
Esta región produce el 20 % del oxígeno de nuestro planeta, y buena parte de ella está en llamas, dejando de ser un problema de Brasil o de los países fronterizos afectados, para ser del mundo entero.
La imagen de un sargento de bomberos brasileño que ofrece agua a un armadillo ilustra una de las consecuencias de los incendios en la Amazonía: la devastación de la fauna.
Ahora se habla mucho de los pueblos indígenas que habitan este vasto territorio, seres humanos que solo son recordados ante situaciones como esta. Lejos del lugar, en Sao Paulo, sus moradores vieron por primera vez que llovía agua negra a causa de los incendios.
Al inicio al señor presidente de Brasil se le ocurrió acusar a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) como los causantes de los siniestros, y no recordó su política que asfixia a la región con la reducción en un 95 % del presupuesto de acciones destinadas a combatir el cambio climático.
En Brasil el número de incendios forestales creció en un 84 % en solo un año hasta alcanzar los 74 mil 155 entre enero y agosto del 2019. Y de estos, más de la mitad se dieron en la Amazonía.
Considerada la selva tropical más grande del mundo, la humedad es tan alta que en ciertas áreas sus bosques son capaces de crear su propia temporada de lluvias con el vapor de agua que transpiran sus hojas.
¿Por qué entonces la existencia de varios focos de fuego ardiendo sin control desde hace tantos días?
Una selva cada vez más inflamable
Los especialistas coinciden en que esta selva, compartida entre nueve países sudamericanos, se ha vuelto más inflamable en las últimas décadas.
Jos Barlow, profesor de Ciencias de la Conservación de la Universidad de Lancaster, en Gran Bretaña, es categórico al aseverar que existen pocas evidencias de incendios forestales naturales en la Amazonía:
“La gran mayoría de incendios en esta región poco poblada son iniciados por los seres humanos.
“Los incendios en la Amazonía brasileña se deben en gran parte al avance de la deforestación y no a la temporada seca, como sostiene el Gobierno de Jair Bolsonaro”, explicó Paulo Moutinho, investigador del IPAM, organismo de investigación amazónica. Y no son precisamente los indígenas quienes queman sus casas y riqueza, sino el voraz apetito de empresas nacionales y monopolios internacionales empeñados en obtener las riquezas de la zona.
Ilan Koren, investigador atmosférico del Instituto de Ciencias Weizmann, en Israel, advertía en el 2009 que el número de incendios forestales en la selva amazónica se había duplicado entre 1998 y 2005, y refería que el humo impedía a las nubes reflejar los rayos del sol con normalidad, provocando que el clima terrestre recibiera más energía solar que la normal.
Barlow manifiesta que “tan solo las subidas de la temperatura hacen que la selva sea más inflamable”.
El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático advirtió en octubre del 2018 que, al ritmo actual de emisiones de CO2, la humanidad va camino de un aumento de 3ºC en la temperatura global respecto a los niveles preindustriales.
El Tratado de París destaca que únicamente con un aumento de 1,5ºC se evitará llegar a un punto en que las condiciones meteorológicas extremas superen cualquier posibilidad de control o mitigación y hagan compleja la habitabilidad en la Tierra.
Escenario inimaginable
Faltan apenas 11 años para el 2030. Pasado ese plazo, si se mantiene el actual ritmo de emisiones de CO2, es casi imposible prever el escenario que vivirá entonces la humanidad.
“Todos nuestros países sentirán los cambios, estamos comprometiendo el futuro de nuestros hijos y nietos”, dijo Pedro Silva Dias, profesor e investigador de la Universidad de Sao Paulo. “Nuestras autoridades se niegan a ver esta realidad”.
El líder de la Revolución cubana, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, alertó al mundo sobre los peligros que corre nuestro planeta en su discurso ante la Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo, el 12 de junio de 1992. Parecería que fueron pronunciadas ayer aquellas palabras suyas, donde señaló:
“Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo”.
“Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza”.
“Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo”.