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La Diosa del judo cubano: Idalys Ortiz

Idalys Ortiz, ocho veces medallista mundial y tres veces en podios olímpicos. Foto: Federación Internacional de Judo
Idalys Ortiz, ocho veces medallista mundial y tres veces en podios olímpicos. Foto: Federación Internacional de Judo

Tokío.- Cuando está dentro de un tatami su mirada es diferente al resto de las judocas. Escruta cada gesto de la adversaria, radiografía cada movimiento y se concentra en cómo agarrar bien para hacer su técnica favorita. Camina incluso con una cadencia que impone respeto antes de entrar a pelear, pero deja abierto los brazos siempre a un abrazo sincero de quien viene a saludarla, a darle un consejo o simplemente a tirarse una foto.

Al hablar sonríe y la rudeza con que aparentemente siempre sale a buscar una medalla se convierte en ternura. Idalys Ortiz tiene todos los títulos posibles del judo: Centroamericano y del Caribe, Panamericano, Mundiales, Olímpicos y más de cincuenta en Grand Slam y Grand Prix. Sin embargo, el que prefiere ella es uno mayor que le otorga el tiempo, la vida, sus compañeras y toda Cuba: es la Diosa de nuestro judo.

Hace poco recordaba sus inicios en este deporte y el momento en que llegó al equipo nacional. Quizás este sábado 31 de agosto en el Nippon Budokan, ante casi 8 mil personas, el primer recuerdo que le vino a su mente fue la mañana en que conoció al profesor Ronaldo Veitía y su pregunta de si traía kimono para entrenar; o tal vez las tantas veces que su equipo, los entrenadores, su familia y un pueblo entero ha depositado en ella toda la confianza, cual religión deportiva que nunca defrauda.

En un escenario histórico, legendario y en el que nunca había competido, Idalys estuvo siempre de blanco. Muchas veces le pasa por ser la primera del ranking, y sortearse siempre con el color de la pureza, de la paz, y también de los dioses. Así ganó su primera corona mundial en el 2013, la segunda en el 2014, el oro olímpico en Londres. ¿Favorecida por el ranking? Sí, claro, y favorecida por esa virtud de ganar y ganar.

Ahora era la convidada a llenar el vacío de medallas de seis jornadas anteriores en los que Iván Silva estuvo cerca, pero no pudo; y el resto de los muchachos cayeron peleando ante un nivel de calidad que los superaba. La misión era sencilla y encumbrada al mismo tiempo. Sobre su figura pendía ahora una línea de tiempo que data de 1987. Desde esa fecha, con el bronce de Jorge Fiss, una delegación de Cuba jamás ha regresado sin nombre en el podio de los campeonatos mundiales.

Vencidas las preliminares, la revancha con Beatriz Souza y la seguida de éxitos contra María Suelen (17 sin revés) solo quedaba la joven japonesa Arika Sone. La miró diferente, escrutó cada gesto y radiografía cada movimiento que había visto de ella en los combates anteriores. La voz HAJIME fue la sensación de viajar otra vez hacia lo más preciado. En las gradas se escuchaban coros de aliento a su ídolo local, en la radio cubana dos colegas intentaban narrarlo gracias a las nuevas tecnologías, en la mente de Idalys todo era fuerza y ternura, ternura y fuerza.

Con más paciencia asiática que un judo vistoso, Arika logró sacarle tres shidos a Idalys y en casi 10 minutos de combate sobrevino la decisión. Plata era el color para la Diosa del judo cubano. Sonreía y festejaba. No era la satisfacción plena, pero había una vez más entregado lo que mejor sabe hacer en esta vida. Y lo había hecho sin cambiar casi nada desde aquella primera participación mundialista en el 2007, cuando perdió discutiendo bronce con la francesa Anne-Sophie Mondiere.

Su técnica preferida seguía siendo la de hombro, su peso había logrado estabilizarlo para no perder agilidad y destreza ante mastodontes casi estáticos en el tatami, su rapidez era similar aunque ahora con 30 años le sumaba la experiencia, su fe en la victoria era uno de los motores más importantes para conquistarla luego, su ternura para dirigirse a la prensa y a amigos eran heredados de una familia bien educada, y como si fuera poco, sus ganas de hacer judo la sostenían flotando entre las más grandes.

Idalys es la Diosa del judo cubano. Junto a Driulis, Legna, Daima, Amarilis, Sibelis, Estela, Diadenis, Laborde, Bermoy y Lupetey las emparenta el oro mundial; pero sobre el resto les une su ejemplo, su bondad, su perseverancia y esa única manera que tienen las diosas de no jubilarse nunca: poniéndole pasión a cada momento.

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