La cumbre del G-7 comienza este sábado en esta ciudad del suroeste francés en medio de un fuerte despliegue de seguridad y con protestas de movimientos sociales que denuncian la responsabilidad de sus miembros en los males de la humanidad.
Las últimas horas trajeron acontecimientos bruscos que pudieran complicar las cosas para Francia y Emmanuel Macron.
El escenario se calentó con la guerra comercial desatada por Donald Trump contra China, los choques con Londres por el brexit y la amenaza del jefe del Elíseo de vetar el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, tras los incendios en la Amazonía y los roces con Jair Bolsonaro.
Más de 13 mil policías y gendarmes tienen a su cargo la seguridad en Biarritz, en una movilización cuestionada por turistas y comerciantes, y descrita por no pocos con la palabra ‘bunkerización’ para ilustrar la fuerte presencia de uniformados y los controles aplicados.
La reunión del G-7 cuenta como invitados con Australia, Burkina Faso, Chile, Egipto, España, India, Ruanda, Senegal y Sudáfrica, además de con organizaciones de Europa, África y Naciones Unidas, delegaciones en su mayoría representadas al más alto nivel.
La cumbre del G-7 es rechazada por pacifistas, ecologistas, defensores de los migrantes y enemigos del capitalismo, que atribuyen a integrantes del bloque la creación y el agravamiento de los principales problemas de la humanidad.
Bajo ese principio, decenas de organizaciones comenzaron el miércoles en las cercanías de Biarritz la llamada contra-cumbre, con conferencias y talleres sobre el impacto del capitalismo y las multinacionales y el fortalecimiento de los movimientos alternativos, entre otras cuestiones.
Para hoy los activistas convocaron a una gran manifestación, en la cual expresarán su repudio a que unos pocos países pretendan regir los destinos de la comunidad internacional.