El presidente estadounidense Donald Trump se ha caracterizado por las sanciones, amenazas, guerra económica y provocaciones, aunque ahora uno de sus pronunciamientos solo causa risas.
La idea de comprar la isla de Groenlandia parecía una broma cuando fue dada a conocer por The New York Times. Pero la “bola de nieve” comenzó a rodar y provocó un alud, que en el mejor de los casos hubiera tenido respuesta los primeros días de septiembre.
Pero la prevista reunión entre Trump y la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, ya no se realizará al anunciar Trump que posponía el encuentro dada la respuesta oficial de la mandataria.
Sobre el tema, desde que se conoció el interés estadounidense por la isla, existió consenso. Primero fueron los políticos y la prensa local los que rechazaron tal idea. Luego la premier danesa, que tachó de absurdo el interés de Trump en adquirir la isla por motivos estratégicos.
Ella recordó a una emisora de su país que el primer ministro, Kim Kielsen “ha dejado claro que Groenlandia no está a la venta. Ahí es donde termina la conversación”.
Viejo anhelo imperial
Si tenemos en cuenta los aires de grandeza del imperio y su historia, no es descabellada la idea para Trump. No sería la primera vez. En 1946 el entonces presidente Harry Truman lo intentó ofreciendo 100 millones de dólares.
Todos sabemos que el actual territorio estadounidense es el resultado de la compra y la fuerza. Ya como país independiente, EE. UU. adquirió mediante esas vías millones de kilómetros cuadrados de territorio entre 1903 y 1917.
Incluso Washington compró a Dinamarca territorios en 1917 que hoy son conocidos como las Islas Vírgenes, y por solo 25 millones de dólares.
Especialistas han especulado los últimos días acerca del valor del costo de estos 2,1 millones de kilómetros cuadrados, aunque los más objetivos señalan que el precio oficial se desconoce, simplemente, porque no está en venta.
Rufus Gifford, exembajador estadounidense en Dinamarca, el leer que Trump había mostrado interés por comprar la isla más grande del mundo le provocó un ataque de risa.
¿Qué dicen los groenlandeses?
Rasmus Leader, profesor adjunto de la Universidad de Groenlandia, precisó que Dinamarca no puede vender su país aunque quisiera, porque según la ley danesa del 2009 son los groenlandeses un pueblo que está en camino de ser independiente y por tanto es imposible.
Groenlandia se convirtió en territorio autónomo de Dinamarca en 1979, y sus autoridades están a la expectativa de cómo se verá afectada por el cambio climático. El 2015 está considerado por ellos como el año más caliente y la nieve que se esperaba se redujo a la mitad.
La idea de comprar Groenlandia se manejó desde 1867, cuando un informe del Departamento de Estado sugería que su ubicación estratégica y abundantes recursos hacían del territorio una adquisición ideal por razones políticas y comerciales.
Su territorio está conformado por 2 millones de kilómetros cuadrados de roca y hielo, con una población que no llega a 60 mil personas. Tiene un gobierno propio limitado, mientras sea parte de Dinamarca, y según especialistas tiene importantes reservas de petróleo, gas y minerales.
El deshielo no solo facilita el acceso a los recursos, sino que pone al descubierto potenciales peligros. A mediados de agosto, investigadores de la Universidad de York, en Canadá, señalaron que la rápida desaparición de la capa de hielo en el Polo Norte podría causar una fuerte contaminación en la región por desperdicios nucleares.
“En los años 60, Estados Unidos intentó construir una base militar subterránea que llamó Camp Century, que tenía como objetivo el lanzamiento de misiles nucleares en caso de una guerra con la Unión Soviética”, explica el documento enviado a BBC Mundo y que fue firmado por los investigadores lidereados por el profesor William Colgan.
Esta información confirma que el cambio climático, especialmente drástico en la región del Polo Norte, causa el proceso de descongelamiento más rápido del que se tenga registro.
Ya no es solo una amenaza para focas, osos polares y orcas, sino también para los seres humanos mucho más allá de sus fronteras por el peligro de la contaminación nuclear.
Lo más reciente fue la publicación de Trump en su tuiter de un rascacielo con su nombre que erigiría en la despoblada Groenlandia. Un intento por escapar a la absurda idea que tuvo de comprar esa isla y ahora que no viajaría a Dinamarca por la actitud asumida por esa nación.
Nada, que el señor de las sanciones se quedó con las ganas, además de hacer nuevamente el ridículo.