Del 19 al 27 de octubre, las principales salas del circuito escénico de la capital acogerán las presentaciones del XVIII Festival Internacional de Teatro de La Habana.
En esta oportunidad la cita estará dedicada a uno de los puntales del teatro cubano en el siglo XX: el actor, director y pedagogo Vicente Revuelta (1929-2012).
De las múltiples confluencias en su inmenso desempeño se desprende el eje temático del encuentro: “Concepto, Técnica, Dirección”.
En ese sentido se pronuncia la convocatoria del Consejo Nacional de Artes Escénicas, que anuncia “una curaduría guiada por la permanencia de las líneas de creación que alimentaron a Vicente y por aquellas que, imaginamos, estarían en diálogo con él en la actualidad”.
En ningún caso dicha selección —añade el texto— excluye una visión amplia de la diversidad del rostro del teatro actual en Cuba y el mundo, tan asumido en los intereses de nuestros públicos.
“El mundo vive hoy ensombrecido por los nuevos tambores de la guerra y el odio que se traducen en violencia, discriminación y pobreza estructurales. El teatro, con su vocación de resistencia, es idea y alegría, fuerza y fiesta, comunidad y diálogo. Pero ¿cómo traducir intereses y preocupaciones al servicio del espectador con la efectividad de los recursos expresivos del presente?”, se preguntan los organizadores.
El Festival Internacional de Teatro de La Habana también celebrará el aniversario 500 de la ciudad que lo acoge.
Un debate necesario
A lo largo de estos años esta cita ha generado cierta polémica: ¿Qué Festival de Teatro necesita La Habana? ¿Cuál debe ser la relación entre la muestra cubana y las propuestas extranjeras? ¿Debe haber un tema central, aglutinador?
Son preguntas que deben seguir animando el debate. Mientras, el Festival ha ofrecido un panorama bien interesante de varias zonas de la creación escénica latinoamericana y europea, propuestas que difícilmente acudirían a La Habana si no existiera esta convocatoria.
A veces la selección oficial ha sido tan grande que resulta ciertamente inabarcable. Y las calidades son disímiles.
Como el Festival no puede asumir los costos íntegros de la presentación de los grupos extranjeros, a veces no todos los que tienen el interés de acudir pueden hacerlo; y otros, que sí pueden, no cuentan con la calidad que se esperaría.
Quizás la solución sería organizar una muestra central, con algunos espectáculos de primer nivel, articulada por una idea central… y concebir una muestra colateral más amplia.
Está claro que hay espectáculos que deben presentarse más de dos o tres veces, de manera que la mayor cantidad posible de público pueda acceder a ellos.
En cuanto a la selección nacional, debería primar la calidad, antes que la mera representatividad de todas las corrientes estéticas.
La curaduría del Festival debería propiciar una mirada más interesada en destacar aciertos, tendencias interesantes, propuestas contundentes.
Un sólido acompañamiento de la crítica redondearía la propuesta.