Alguien quiso un día cambiarle el nombre a Pozo Brujo por Pozo Feliz. La alegría se desbordaba en la piscina de ese populoso balneario, ubicado en el municipio de Ciro Redondo, en el centro de la provincia de Ciego de Ávila.
Los encantos del manantial de aguas muy frías, que no se seca ni en tiempos de intensa sequía, han inspirado a poetas, historiadores y escritores locales como Eddy Naranjo León, autor del libro titulado: Historias de Pozo Brujo.
Hoy los transeúntes, desmotivados por la soledad en el lugar, les llaman Pozo T(riste, porque ya no se escucha el bullicio reinante en las temporadas de verano. Apenas se oye allí la voz entrecortada del personal imprescindible en la custodia de los bienes, y de quienes brindan el único servicio sobreviviente, en el punto de venta a las afueras de la instalación recreativa.
Exactamente a un año de colapsar la añeja turbina, un grupo de trabajadores del sector azucarero desafiaban el calor y se solidarizaban para la solución del problema.
Cuando intentaban probar el equipo sustituto, con el cual pretendían devolverle el agua y la sonrisa a todos, el motor instalado era de 440 volts y el que se necesita es de 220 trifásico. El maratón no triunfó.
Cuando queda poco tiempo para vivir este verano, Pozo Brujo sigue embrujado, un balneario que pudiera funcionar todo el año, por su aventajada ubicación geográfica y las reservas potenciales en la recreación del pueblo.
Ahora, quien quiso un día cambiarle el nombre por Pozo Feliz, comenta como este periodista, que allí murió la alegría porque la respuesta con recursos materiales se le escapó de las manos, durante los últimos 365 días, a la administración del centro, mientras la morosidad se apoderaba de la respuesta por parte de las direcciones municipales de la Empresa de Comercio y del Gobierno, al no defender con garras una tradición de gran arraigo popular.