Mientras Estados Unidos suma víctimas por las “libertades” en el porte de armas, en México y otras naciones del continente, miles de personas han perdido la vida de manera colateral en un fenómeno que enluta a ambas partes de la frontera.
Los tiroteos en las ciudades estadounidenses de El Paso y Dayton pusieron, otra vez más de manifiesto los perjuicios del uso y abuso a nivel social de armamento de todo tipo en Estados Unidos, donde las armas son otra mercancía más y fuente de ganancias, sin importar el saldo humano. Pero al sur del Río Bravo, en México, el drama se repite a partir de una frontera porosa, donde no faltan la corrupción y sobran los intereses y actividades de grupos criminales que hacen vida gracias al mercado de estupefacientes en Estados Unidos.
El dedo lo puso en la llaga el diario La Jornada, en un artículo donde asegura que por más de una década los carteles de la droga adquirieron de forma ilegal alrededor de 2.5 millones de armas de grueso calibre.
Por más que las leyes mexicanas penalizan con castigos severos la tenencia y tráfico ilegal de armamento de uso exclusivo del Ejército, las bandas delictivas adquieren y usan fusiles automáticos, dígase el AR-15 o los AK-47, en particular los llamados cuerno de chivo, por la culata recortada.
Muchas veces los cuerpos armados mexicanos, policías municipales, la Federal, Gendarmería y la Marina Armada quedan en desventaja en enfrentamientos con los carteles, con saldo elevado de muertos y heridos entre los guardianes del orden y la seguridad.
No hay que olvidar el derribo de un helicóptero militar el 1. de mayo del 2015 en Guadalajara, Jalisco, cuando los criminales desataron la violencia por aire y tierra en medio de un operativo militar que capturó a uno de sus capos.
La Jornada afirma que las bandas logran adquirir las ametralladoras Barret calibre 50, capaces de derribar aeronaves, además de, granadas de diversos tipos, lanzacohetes, cohetes y lanzagranadas.
El artículo referido menciona cálculos de un programa de la Universidad de San Diego, California, citados por la Secretaría de Relaciones Exteriores, el cual estima que cada año más de 200 mil armas de fuego cruzan de contrabando a través de la frontera entre Estados Unidos y México.
Pero el asunto trasciende la frontera entre EE. UU. y México. La ruta del tráfico ilegal de armas desde el país norteño se extiende más abajo y llena los arsenales de la violencia en países de Centroamérica, donde la pobreza es caldo de cultivo para organizaciones criminales como las llamadas Maras.
Resultan estas algunas de las causales por las cuales miles de migrantes centroamericanos enfilan hacia el norte y buscan cada vez más cruzar el territorio de México.
No por gusto el presidente Andrés Manuel López Obrador propuso a sus pares de Estados Unidos, El Salvador, Guatemala y Honduras, un plan de desarrollo socioeconómico para frenar la migración que Washington no ha secundado. El Gobierno de Donald Trump, por el contrario, cortó ayudas a varios de esos países, mientras busca la vía bilateral con aquello repetido desde Washington de dividir, aunque en este caso sin victoria a la vista.
Según datos del Gobierno estadounidense, de 2014 a 2016 en 15 países de América del Norte, América Central y el Caribe, se recuperaron, como parte de investigaciones criminales, 50 mil 133 armas procedentes de Estados Unidos. Pesquisas como esas aseguran que durante este lapso fue utilizado armamento de origen estadounidense para cometer crímenes en países cercanos aproximadamente una vez cada 31 minutos.
Datos sobran, y muchas de las víctimas siguen en las fosas clandestinas en México y otros países centroamericanos debido a armas y balas Made in USA o procedentes de ese país, tal como revelan los análisis periciales.