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La tajada exclusiva del reino frutícola (+Fotos)

Foto: Jose Luis Martínez Alejo

Saborear la piña, el mango, la guayaba y la frutabomba, como frutos frescos o industrializados, es un acto que se les agradece a los trabajadores de la Empresa Agroindustrial Ceballos y a las bases productivas asociadas a esta entidad estatal socialista eficiente, situada en la región central de la provincia de Ciego de Ávila.

La producción se multiplica donde funciona un Sindicato con cultura del detalle en la atención y estimulación a los productores. Foto: José Luis Martínez Alejo

En ese reino frutícola, la «tajada» exclusiva es la primera sección sindical del país -tal vez la única existente-, creada en una forma económica de gestión no estatal,  justamente en la minindustria nombrada Ceballos Uno, perteneciente a la Unidad Básica de Producción Cooperativa Wilber Segura.

Daniel Pavón, sindicalista vinculado a las labores agrícolas. Foto: José Luis Martínez Alejo

Sus 62 socios están sindicalizados y la organización de base da la hora exacta no solo en el funcionamiento integral. Su secretario general, Daniel Pavón Santas, combina las faenas agrícolas con las tareas del sindicato, entre las que prioriza la emulación para elevar la motivación y así impulsar la elaboración de mermeladas, trozos de frutabomba en almibar, cascos de guayaba y otros alimentos, de unos 17 productos en conserva producidos en dos turnos de labor.

Allí afloran varias prioridades en el proceso de fortalecimiento de la misión del movimiento sindical cubano, principalmente la dirigida a elevar el reconocimiento a los que más aportan. «Seleccionamos a los más destacados cada mes y al final del año. Por ejemplo, sobresalieron en el 2018: Tania Sánchez, Yamila Álvarez, Tania Perdomo, Mercedes Matos, Lorenzo Corría y Yacel Sánchez», ejemplifica Daniel.

Una dinámica peladora de frutas nombrada Tania Sánchez, la más destacada del colectivo. Foto: José Luis Martinez Alejo

Argumenta el sindicalista: «los trabajadores disfrutan de una atención al detalle, tanto en el comedor, como la seguridad y salud en el trabajo. Traemos al centro los servicios del médico, la enfermera y el estomatólogo; hacemos gestiones para incluir la oftalmología».

Sin embargo, ellos quedaron insatisfechos y, con vistas a consolidar la unidad de acción, constituyeron el núcleo del Partido, liderado por José Antonio Hernández Pardal, quien afirma que «nos hace falta, además, un comité de base de la juventud, el cual está en fase de creación. Algo muy importante es que la estructura sindical ha contribuido a mantener la disciplina laboral y tecnológica en nuestro centro».

José Antonio Hernández, innovador y mecánico principal de la minindustria que funciona con el 80 % de los equipos surgidos de la innovación tecnológica, entre ellos el concentrador presente en la foto. Foto: José Luis Martínez Alejo

Así, ese colectivo, junto a otros cuatro similares, integra la vanguardia entre la veintena de minindustrias que diversifican la fabricación, en lo fundamental, de barras de guayaba y dulces en almíbar.

«En la Ceballos Uno se produce bajo condiciones unocuas, usan los medios de protección y la mayoría de los equipos construidos por sus trabajadores son de acero inoxidable, por lo que cumplen las normas técnicas para la elaboración de alimentos», opina Carlos Gil Valdés, tecnólogo del grupo de apoyo a las minindustrias.

Un negocio cuadrado

Reinaldo Cobo afirma que la mermelada de guayaba es uno de los productos más vendidos por su calidad. Foto: José Luis Martínez Alejo

Ahora los fundadores de la pequeña industria en apariencias, porque sus alimentos proliferan en el mercado nacional, no tienen que sentarse a sacar cuentas a la sombra del otrora naranjal envejecido o de aquel contenedor devenido en oficina improvisada, ni realizar a la intemperie la asamblea de los trabajadores.

«La tierras ociosas las transformamos en cinco caballerías productoras de alimentos para el autoabastecimiento y las ventas al Estado con destino a la población. Nuestra finca garantiza buena parte de la guayaba, la frutabomba, el mango y otras frutas que procesamos en la fábrica, el resto de la materia prima se la compramos a campesinos colindantes…», declara Reinaldo Cobo Hernández, usufructuario que solicitó en el año 2010 las aéreas improductivas por el Decreto-Ley 259, y las convirtió en un enclave agroindustrial frutícola costeable.

«Producimos cada mes entre 80 y 100 toneladas de alimentos en conserva a un costo por peso de gastos de 85 centavos», subraya el experimentado económico Vicente Segura.

Y como si reconociera que este no es un negocio redondo, sino cuadrado porque todas las cuentas contables «cuadran la caja», Daniel Pavón, enfatiza: «Tenemos un salario promedio mensual de 3 mil 159 pesos, lo que significa mayor eficiencia y nivel de vida para nuestra familia».

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