Despuntaba la mañana. Llegaron con una barreta y una pala y se “fajaron” con el asfalto. Había que quitarlo “a puro corazón” para después sacar la tierra y las piedras y llegar hasta la conductora. El equipo que hace accionar el martillo neumático está roto y el salidero de agua cada vez es más grande. Hay que eliminarlo.
Pasa la gente y apenas observan a esos dos hombres que a los 15 minutos estaban empapados de sudor. Desde la puerta de mi casa los miro atentamente.
El sol comienza a sentirse más. “Está que ya parte la espalda”, me dijo uno cuando me acerqué. Poco a poco se fue formando una loma de tierra amarillosa y piedras blanquecinas. Como a la hora y media apareció la conductora. “Tiene más de cien años”, aseguró el que accionaba la pala. Dejaron la tubería totalmente descubierta. “Aquí está la rotura”, afirmó el que se encontraba dentro del hueco.
Volví a la casa y puse la cafetera. Lo menos que podía hacer era brindarles algo a esos consagrados trabajadores de la entidad de Acueducto y Alcantarillado. Al rato les llevé un pomo con agua fría y dos vasos con café acabado de colar. “No sabe cuánto se lo agradecemos; esta ‛pincha’ es dura”, dijo el de mayor edad.
“Y ahora, ¿cómo arreglarán eso?”, les pregunto. “Ya veremos”, responde uno de ellos. De un saco sacaron dos láminas metálicas con varios orificios y unos tornillos largos. Con una tijera grande cortaron dos pedazos de una cámara que alguna vez estuvo dentro del neumático de un camión. Los pusieron encima y debajo del tubo, colocaron las láminas, introdujeron los tornillos, pusieron las tuercas y con dos llaves de las conocidas como picoloro las ajustaron al máximo.
Eran cerca de las doce del mediodía. El sol y el calor se hacían insoportables. “Hay que dejar el hueco abierto hasta que abran las válvulas por la tarde a ver si se sale el agua”, explicó uno de ellos.
“Esto es así todos los días, en un sitio u otro de la ciudad. Son muchos los salideros y pocos los recursos. A veces tenemos que trabajar hasta de noche, con el agua a la cintura, pero qué le vamos a hacer; esta es nuestra ‘pincha’ y hay que hacerla lo mejor posible, ¿verdad?”, afirma el más experimentado.
A eso de la 1:00 p.m. vino un tractor con una carreta y se subieron en ella, con sus dos sacos de herramientas y otros materiales. “Por la tarde nos toca otro salidero más grande que este”, me dijo uno mientras se despedía.
Pasé toda la tarde impaciente. Cuando el agua anunció su presencia en la llave bajita que está en el pasillo de mi casa, corrí hasta el hueco para ver la conductora. ¡No se salía! El duro trabajo ejecutado por esos dos trabajadores, a quienes lamentablemente no les pregunté sus nombres, eliminó el salidero y permitió que mejorara la presión.
Así son los hidráulicos: abnegados, entregados, sacrificados, humildes, laboriosos…
Hoy es el día dedicado a homenajearlos. Desde este sitio llegue nuestro reconocimiento, dondequiera que se encuentren, ya sea en los acueductos que funcionan en los macizos montañosos, en los complejos hidráulicos establecidos en los embalses, en el establecimiento de nuevas conductoras para mejorar el suministro en populosos barrios de la capital del país…