Lima.— Por estas fechas de intensa actividad deportiva continental me siento no solo periodista aventurero, también espeleólogo. Provisto del farol del lenguaje y pertrechado con la poderosa cuerda del eterno aprendiz que me considero, descendí hacia parajes que nunca había explorado.
Ahondé en la oscuridad del espíritu, en lo misterioso. En las leyendas más increíbles de esta ciudad. Pensé que sería una misión compleja, pero tropecé con personas humildes, cuya misión por la vida parece ser revelar las más excitantes fábulas.
Cuentan acá con las correspondientes dosis de imaginación que implican semejantes tramas, que en Barrios Altos, franja del histórico Cercado de Lima, una oscura piedra de cerca de un metro de alto está vinculada a una añeja y oscura leyenda: La Piedra del Diablo.
Refiere la narración oral, tallada en un formidable manuscrito nombrado Tradiciones Peruanas, que hace muchos años, el demonio pretendía escapar en medio de una peregrinación del Señor de los Milagros. Estremecido por la lealtad de los devotos, quiso huir, pero se encontró también con la procesión de la Virgen del Carmen. Rodeado de tanta espiritualidad no tuvo otra elección que escabullirse atravesando una roca.
Este mito que goza de profundo arraigo y forma parte del rico folclor peruano, me regaló un formidable atracón de sospecha y conocimiento. Decidí entonces anotar en mi mapa de aventuras una obligada visita al sugerente destino. Varias razones me impulsarán. Sin embargo, les confieso que una de las más significativas es que se puede visitar gratuitamente (está asentado en un lugar público), algo que siempre agradece el bolsillo del voraz aventurero.
Por cierto, olvidaba comentarles lo que me señalaron los amables narradores populares. Cuando se está frente a la piedra o muy cerca de ella muchos advierten una extraña zozobra. Sin duda agradezco la lección. Ya sé a lo que me enfrentaré. La próxima semana si la apretada agenda atlética me lo permite les cuento esta experiencia. ¡Deséenme suerte, tal vez la necesite!, ¿no lo creen? A lo mejor escudado en mi espíritu de periodista-aventurero me embullo y continúo hurgando en mitos, que a pesar de transmitir ciertas alarmas, ratifican la exquisita riqueza cultural de esta ciudad.