Así lo declaró el Presidente de Cuba Miguel Díaz-Canel en su discurso del 28 de julio en el Foro de Sao Paulo celebrado en Caracas.
No es la primera vez que Cuba, a través de sus líderes y prensa revolucionaria, hace una declaración de esa índole. De hecho, Venezuela, en forma modesta y discreta, también ha afirmado lo mismo.
No cabe duda de que en lo sucesivo otros declaren cosas similares. El destino de Venezuela todavía sigue jugándose, aun cuando la Revolución Bolivariana y el presidente Nicolás Maduro hayan derrotado cada intento del Gobierno por parte de Estados Unidos y de los enemigos externos e internos.
En Caracas, algunos defensores de la Revolución Bolivariana y de la Revolución Cubana se preguntan si no se debiera también galardonar a Cuba por permanecer en pie de lucha en esa primera trinchera.
El redactor de estas líneas opina que la respuesta es «sí» y «no».
Desde 1959, Cuba se ha posicionado sólidamente —y como bien lo postula el movimiento mundial antimperialista— se enorgullece de permanecer erguida en esa primera trinchera en lo que a América Latina se refiere. Pero más que eso, el consenso internacional de izquierdas, de manera continua y correcta, nos recuerda que la Revolución Cubana ha sido, ante todo, la primera en ondear ese estandarte, sola, con valentía e ímpetu.
Aunque se han producido otros avances importantes, nada se compara con el ascenso de Hugo Chávez y la incipiente Revolución Bolivariana en las elecciones de diciembre de 1998.
A raíz de este hito en la historia de América Latina, se desarrolló la integración regional, que no habría sido posible sin Chávez junto con ese otro gigante latinoamericano, Fidel Castro. Por consiguiente, se puede decir que tanto Cuba como Venezuela han ocupado en el mismo plano esa codiciada (pero no buscada) primera trinchera.
Sin embargo, todo cambió a resultas del primer intento de golpe de Estado contra el Gobierno de Maduro, perpetrado el 23 de enero del 2019. El efecto dominó no solo golpeó a América Latina sino también, en gran medida, al resto del mundo.
Como nunca en las últimas décadas hemos presenciado a escala planetaria una campaña de desinformación y mentira económica, política y diplomática en los medios de comunicación internacionales, sostenida y coordinada viciosamente por Estados Unidos contra un Gobierno y su líder, en este caso, el presidente Maduro, como lo hemos constatado en los últimos seis meses (y todavía).
Para contextualizar en marcos temporales concretos podríamos mencionar a la guerra mediática contra Cuba, la «Primavera Negra», que en el 2003 sirviera de cobertura a la serie de arrestos contra mercenarios, dados a conocer como los «disidentes”. Sin embargo, dado que la controversia sobre Cuba se resolvió tras un lapso de tiempo relativamente corto, eso no fue nada comparado con lo que ocurre respecto de Venezuela en el 2019.
En cuanto a guerras mediáticas personalizadas contra un líder en particular, es de recordarse la «guerra relámpago”—término que abordo en mi último libro para describir esa táctica de desinformación— declarada en varios de los medios internacionales contra la persona de Fidel Castro luego de su fallecimiento el 25 de noviembre del 2016.
Cual tiburones hambrientos que perciben sangre, gran parte de los principales medios de comunicación llevaron a cabo una campaña virtual y virulenta de 10 días, en la cual se urdió la hipótesis de que una vez fallecido el «dictador», Cuba recobraría sus sentidos y por fin se liberaría del socialismo, de su sistema político y haría concesiones al Gobierno de Estados Unidos para «hacerse merecedora» de mejores lazos.
Sin embargo, eso solo duró mientras el pueblo cubano honraba los restos de su líder y le daba vuelta a la hoja, tras lo cual, rápidamente todos se dieron cuenta de que Cuba permanecería en el mismo camino que había elegido tomar desde 1959. No pasaron más de dos semanas antes de que todo volviera a funcionar como siempre.
Estos y otros ejemplos son relativamente menores comparados con la campaña contra Maduro de 2019.
Cuba derrotó la mercenaria invasión militar respaldada por Estados Unidos en la Bahía de Cochinos en 1961, en un momento en que la Revolución ya estaba firmemente anclada en el poder y no compartía ningún poder político o económico con fuerzas proestadounidenses.
Cerca de 60 años después de la invasión de Bahía de Cochinos, Estados Unidos sigue lamiéndose las heridas. El país sabe que no puede y no se atreverá a intentar un golpe militar en Cuba o a invadir la Isla. Independientemente de que a Estados Unidos le guste o no, la opción militar para Cuba no está “sobre la mesa. Sin embargo, la situación en Venezuela es diferente.
Si bien la unión cívico-militar forjada por Chávez es sólida, todavía es posible de que haya una intervención militar en Venezuela, esa idea sigue estando “sobre la mesa” de Estados Unidos. Por ejemplo, en el Foro de São Paulo, en una reunión de parlamentarios que tuvo lugar el 28 de julio, unos de los principales líderes de la Revolución Bolivariana, Diosdado Cabello, dijo: “Es probable que entren los marines, el problema para ellos va a ser salir».
Aunque algunos de los importantes aliados de Trump en el Grupo de Lima no aprueban una solución militar, ¿cuánto peso tiene eso en la balanza cuando todos estos aliados apoyan plenamente el cambio de régimen?
Tomemos un ejemplo para establecer una distinción entre la situación de Cuba y la de Venezuela tal como se vive en Canadá, país del autor de estas líneas: En todos los niveles de la sociedad y en los principales medios de comunicación, todavía “está de moda” oponerse al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba y a abstenerse de la retórica abierta del cambio de régimen. Sin embargo, la guerra mediática lidereada por Estados Unidos contra Venezuela es tan poderosa y avasalladora, que en Canadá “está de moda” repetir todas las mentiras y sandeces enunciadas por Estados Unidos y tragarse sin problema alguno la narrativa estadounidense contra Venezuela y en especial contra su líder, Maduro.
Esta propaganda empuja por consiguiente a Venezuela a ponerse en pie de lucha en la primera trinchera del combate antimperialista.
El 4 de febrero del 2019, durante una reunión celebrada en Caracas con una pequeña delegación extranjera, Maduro nos señaló que Venezuela no busca galardonarse con ser el epicentro de la batalla internacional antimperialista. No empero, invocando a Vietnam, trazó un paralelo histórico y afirmó que Venezuela en efecto se mantiene firme para enfrentar este importante desafío.
Sí, Venezuela ocupa su puesto en la primera trinchera. No obstante, como lo señaló Díaz-Canel, Estados Unidos sigue teniendo en la mirilla a Cuba y a Nicaragua.
De manera que, debido a su obstinada negativa a abandonar a Venezuela, y pese a los intentos de Estados Unidos de matar de hambre a Cuba para que se someta y tome el camino de la traición, Cuba está presente, en forma figurada, con Venezuela en esa primera trinchera. Pero es Venezuela la que ocupa el primer rango allí, en el frente, no por elección propia, sino más bien por la situación que Estados Unidos y sus aliados han forzado.
La Revolución Bolivariana levanta la cabeza, mira valientemente sobre la trinchera y, de ser necesario, está lista para recibir esa primera bala, pero no sin responder adecuadamente.