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El 26 de julio en la vida de Mario Muñoz

REALIZADA: PUBLICADA:23/07/2012 PAG:02 EDICION UNICA FUENTE:TRABAJADORES FOTOGRAFO: OBSERVACIONES:PERSONALIDADES/MUÑOZ, MARIO

Muy feliz se sintió Mario Muñoz Monroy cuando, recién iniciado el domingo 26 de julio de 1953, Fidel le confirmó que la hora cero había llegado. Ante semejante noticia, recibida en la Plaza de Marte, entre el bullicio de los carnavales de Santiago de Cuba, el médico matancero le manifestó su complacencia con la fecha escogida, porque ese día cumplía 41 años de edad.

El 26 de julio de 1953, Mario Muñoz Monroy cumplía 41 años. Foto/ Archivo

Poco después, todos los comprometidos confluyeron en la granjita de Siboney. Al distribuir las misiones, a Mario Muñoz, nacido en Colón en 1912 y médico de profesión, le correspondió el hospital civil Saturnino Lora, donde se encargaría de atender a los heridos. Por su condición de radioaficionado, una vez tomado el Moncada, se ocuparía de operar la planta de la emisora de radio mediante la cual se daría lectura a un manifiesto y se llamaría al pueblo a sumarse a la lucha.

Un joven comprometido

Su postura contra el régimen tiránico de Gerardo Machado le llevó a colaborar con el Directorio Estudiantil Universitario, cuando cursaba el cuarto año de la segunda enseñanza en el Instituto No. 1 de La Habana. Graduado de bachiller en Ciencias y Letras en 1934, matriculó la carrera de Medicina en la Universidad de La Habana, en momentos en que la grave crisis económica y social reinante en la nación condujo a los trabajadores a lanzarse a una huelga general, en marzo de 1935, contra el Gobierno de Carlos Mendieta, figura tras la cual se encubría Fulgencio Batista Zaldívar, en cuyas manos se encontraban las riendas del país.

Participante activo en aquel movimiento, desde Colón, Muñoz Monroy, junto con otros estudiantes y obreros, se dedicó a detener los ómnibus en la Carretera Central para explicar a los trabajadores del transporte los motivos y objetivos de la huelga, con lo cual logró la incorporación de muchos de ellos.

Graduado como médico el 16 de marzo de 1942, regresó a su pueblo natal y pasó a ejercer su profesión en la llamada Casa de Socorros, donde muy pronto se ganó el cariño y el respeto de la población. Pero no dudó en renunciar al trabajo ante la propuesta auténtica de que se valiera de él para la captación de votos. El hecho se repitió cuando en su desempeño como radiólogo en el hospital de Colón, se vio en la necesidad de hacer frente a elementos oportunistas del Gobierno. A partir de entonces se separó del Partido Auténtico y se afilió al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), el cual dejó de cubrir sus expectativas luego de la muerte de su principal dirigente, Eduardo Chibás Rivas.

Avalado por su destacado desempeño como tesorero del Liceo de Colón, período durante el cual logró la proscripción del juego, en 1948 fue electo su presidente, posición aprovechada por él para implantar la prestación de servicios sociales a los más necesitados.

Decidido a enfrentar el régimen de facto impuesto por Fulgencio Batista con el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, se sumó al movimiento revolucionario organizado por Fidel e integró su comité civil. Con el líder se reunió varias veces en su casa consultorio de la calle Diago, encuentros en los cuales también participaron Jesús Montané Oropesa, Abel y Haydée Santamaría Cuadrado, Julio Reyes Cairo, Boris Luis Santa Coloma y Mario Martínez Arará, entre otros.

Desenfreno criminal

Por diversas razones el patriótico intento de ese día fracasó, tanto en Santiago como en Bayamo, donde simultáneamente fue embestido el cuartel Carlos Manuel de Céspedes. Solo seis de los asaltantes murieron durante los ataques, todos en el Moncada, pero las bajas se elevaron a 61, porque 55 fueron asesinados, entre ellos Mario Muñoz, a quien golpearon y ultimaron por la espalda cuando era conducido hacia la fortaleza santiaguera junto con Melba y Haydée.

Acerca de ese hecho, la primera de ellas contó:

“A Mario lo asesinan en la callecita interior del cuartel. Mario iba a algunos metros de nosotros. Nosotros veíamos la discusión de Mario con la soldadesca y, de pronto, el tiro. Cae Mario. Entonces las dos pasamos por el lado de él nos inclinamos mucho para ver si estaba vivo todavía y si se podía hacer algo. Pero yo creo (.) que no se podía hacer nada. Yo creo que murió instantáneamente”.

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